Si encontré tu corazón
fue en una grieta del tiempo,
entre piedras dormidas,
bajo la sombra en silencio.
Allí, donde el amor
de a poco se hace llama,
te ofrecí esta hoguera,
no de lento fuego,
sino de larga espera.
Y en el valle
verde y sin dueño
la luz rozó mis ventanas
como un párpado sereno.
Entonces supe
que no hay adiós
sólo un pacto sin palabras:
tú y yo, amando
en el tránsito perpetuo
de los días que no mueren.