Jose Maria Gentile

Interrogantes

 

 

 

¿Cómo pretender que mi voz pueda hablar

el idioma ensangrentado de mi corazón?

¿Cómo interpretar las ruinas de aquellos días,

cuando atropellado por las areniscas de la incomprensión

lo flecharon -designio del cielo que acorraló tu verdad,

ó malogrado destino-

dejando sus latidos en cautiverio:

el de mi sin razón?

 

 

¿Qué decirte hoy?

Traslado al papel lo que me brota a cada instante.

Abrir mis entrañas en la escritura, es darte mi voz:

que no tiene postura ni tono firme,

se resquebraja en el tránsito mi garganta;

y pide entonces a las palabras

que se apoderen de mi emoción.

 

 

 

Esto viene desbocado,

caballo desmadrado que galopa y corcovea a ciegas,

es tu apasionada súplica que heló el verano;

que me sirvió el trago amargo del después inesperado:

aún navega en mi torrente sanguíneo

cuestionándome año tras año,

haber negado la luz en tus ojos de antaño.

 

 

¿Cómo hago para decir que te amaba?

¿Gritándole a cada ficha de este infame teclado,

que solo atina a devolverme un repiqueteo helado?

¿Pidiéndole socorro a mi lengua,

que evita trabarse con la emoción que me embarga?

¿Cómo recibir la tregua,

que inmovilice el sabor de tus labios

que aún siento en el almanaque que ya gastó las fechas?

 

 

¿Será retrocediendo en el tiempo,

que mi boca deletrear nuevos versos pueda?

¿Encontrará mi alma, repensando las palabras justas,

el sosiego de aquel amor sediento?

¿Cómo suponer que podrán seguir firmes

mis desgastadas piernas,

en esta carrera delirante desde el futuro al comienzo?

¿Cómo imaginarte con mis manos?

 

¿Cómo cerrar la cesión y olvidarte?