John morales

¡Levantaos, que el dolor es amigo! (prosa)

Oh conciencia que muerde los espíritus profundos del ser.
Oh, saludo tóxico que aprieta mis bronquios.
Estruendo mudo del grito penitente de las almas.
Relámpago en las pupilas ¿por qué lloráis?
Dejad que fluya la pena como un río funéreo, como aceite ensangrentado y que vuestros ojos mancillados sean el paladín;
el héroe de las horas difuntas que atraviesan el corazón. ¡Profundo! ¡profundo...!
Sí, Llorad y llorad de prisa. Y no os arrepintáis de vosotros mismos...
Pues cuando sale el dolor un vacío queda y llenarlo es menester.
Mirad cómo la violenta marea azota el tiempo y el alma. Mirad que nadie pudo aniquilar las esbeltas y blancas rosas.
Así, sois; rosas blancas, rosas negras: alegría y pena y también espinas.
El sol trina en su centro para iluminar los días, no os turbéis si el sol tarda, no os turbéis.

 

La vida golpea en plena muerte, y queriendo morir vais muriendo de vida.
Por eso, dejad de morir si aún estáis vivos.
Cosa extraña, que siendo de vida la muerte nos tienta en las penas... Cosa extraña...
Cosa terrible, me ha contado cierto hombre, de cierta ocasión, de cierta pena...
Y de cierto os digo, que tal hombre es creíble.

 

—Caí y, al caer mis huesecillos casi de fragmentan—me dice.
—Logré escapar del silencio a gritos de dolor —añade, aquel hombre de los silencios profundos.
—Lloré tanto que los días se mojaron y casi caigo de mí, a mí mismo—menciona este sobreviviente.

—Pero fue el dolor quien me salvó—sentencia este esbirro.

 

Y me pregunto entonces. ¿El dolor sana? ¿La pena es férula del alma, es venda para el corazón, es Escupalio para la razón?
No lo sé, o tal vez lo sé...
Lloro, me lamento, me lanzo en contra de mí mismo y reboto en los barrotes de mis huesos...
¡Dolor!, ¡Pena!. Sanadme pronto, levantaos!
y si podéis, dejadme el amor...!

 

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David John Morales Arriola