Hay seres capaces de cambiar el mundo con la simplicidad de su esencia,
capaces de llenar espacios con la fluidez de sus palabras,
de calentar un corazón con la belleza de sus llamas,
de convertir la poesía en una fotografía de sus cuerpos,
de soplar los miedos como si fuesen la flama de una vela,
de condenar la casualidad como una pincelada perfecta del destino,
de convertir en mariposas cada uno de tus sueños,
seres capaces de dominar tu cordura con tan solo el aliento de un beso,
pero sobre todo,
son seres capaces de sentenciar a quien les ama en un hermoso y furtivo final.
Lo cierto es que de esos seres jamás se sale ileso.
Haber tropezado en esta fiesta llamada vida con alguno de esos seres
ha sido la más sublime experiencia.
Tropezar con alguien así no es morir, en definitiva,
no para mí que ya he experimentado a que sabe ese tipo de muerte.
Es resurgir como un fénix,
es tomar un escudo y valiente enfrentar la batalla,
es olvidar que estás incompleta
y tener la certeza de que la sonrisa es la mejor ficha en el rompecabezas,
es andar a rastras por las calles, mientras cargas en un baúl el corazón y tarareas melodías con la razón,
como si la parca se riera de ti
y te estuviera esperando a la vuelta de la esquina convertida en alguno de esos seres,
segura de que el camino es siempre una circunferencia
y que no tendrás una escapatoria.
02/12/15