Juan Carlos Luna Núñez

Sodomía

Oh, desgraciada criatura! Victima de mis ahorros.
Llegamos a un acuerdo, sin levantar la mirada,
sin presentarnos, sin importarnos nuestros nombres.

Entramos a un cuartucho lúgubre
los besos presagiaban el areíto,
el vicio justifica mi impaciencia.
A oscuras nos alejamos del interruptor,
como si el anonimato estuviese en peligro.
El ruido de cremalleras se convierte en fetiche
que enciende mi locura y es entonces cuando
me das la espalda y sin preámbulo me apresto
a empujarte esta lujuria reprimida.

Desde esta posición privilegiada puedo
observar tu nuca que se acerca y se aleja al
compás de mi ímpetu, puedo acariciar tus costillas
sin contarlas, con miedo a confirmar mis sospechas.

El sudor de tu espalda
que se encausa por tu espina dorsal deviene en espuma
perfumando mi pelvis, la sinfonía del box-springs se acelera
al son de cuatro rodillas y dos manos.
Es ahora cuando la blasfemia escapa de mi boca
inundando toda la habitación
el palpitar de tus entrañas se acrecienta
y una epilepsia transitoria me sorprende
arrancando la hombría que deposito en tus vísceras.

Es tiempo de inventario. Me falta el aliento y un calcetín,
el cronómetro me declara precoz,
mi boca esta seca y siento náuseas.
Sorprendido por tu niñez resguardo mi vergüenza
bajo un cigarrillo al tiempo que deposito
sobre tu almohada el precio de esta bajeza.