El día de los difuntos. Caronte está cansado.
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 Hoy llueve. Los truenos hacen vibrar los vidrios de mis ventanas, y mi perro asustado se refugia entre mis piernas.
 Es el día de los difuntos, en que se les permite salir de sus tumbas, y subir al cielo a llorar. Cada torrente de lágrimas, riega sus corroidos huesos, y ahoga los gusanos.
 No lloran por estar muertos. sino por haber estado vivos. Son tormentas furiosas, que regresan a casa, tras su viaje anual a lo etéreo.
 Riegan las flores que les acaban de poner los que aun se acuerdan de ellos, los afortunados que son recordados y homenajeados una vez al año.
 Otros, los solitarios, lloran sobre tumbas vacías, con lágrimas anónimas y solidarias, sobre los lugares, donde algunos, nunca fueron enterrados.
 Vastos paisajes yertos
 ni epitafios ni flores.
 Secan del sol albores,
 lágrimas de otros muertos.