Hoy he tropezado con el diablo,
ha sido un encuentro de suerte,
apenas le vi, examiné su aspecto
y me perdí.
Tenía metro setenta,
unos ojos color fuego,
en cada pestañeo estremecía mi mundo,
los ángeles huían de inmediato a su paso,
y ni hablar de su boca,
las palabras que emitía semejaban ser mariposas a su paso por mi oído,
vestía de negro,
el color de la noche,
el color de la vida,
mi color desde hoy.
¡Él era el diablo!
Lo confirmé cuando entre risas
su mano derramó una caricia sobre mi hombro izquierdo
y pude sentir que mis entrañas ardían,
mis pómulos fueron delatores de aquello,
entonces preguntó:
¿Por qué?
Y sin mirarle a los ojos contesté:
No lo sé...
Pero, en realidad, si sabía,
él era el diablo,
el próximo pecado que yo cometería
pero él no lo sabía, ni lo sabrá.
Y si me invita a dar una vuelta por las llamas,
lo tomaré de la mano
y contrastarán con mis antojos un par de alas negras.