Heliconidas

Emperatriz del amor

¡Oh, mujer! Escucha este clamor:

Si un niño atesoras en tu vientre

eres Emperatriz del amor.

 

Ornarás de velos tu cintura

y de luna será tu blasón.

Una extraña e inmensa ternura

bañará de luz tu corazón.

 

Pilares fecundos son tus brazos

Y tus pechos el blanco lindel

que mecerán entre dos regazos

su cuna de jaspe y de laurel.

 

El fragor de dolores de angustia

se vestirá de risa y fulgor,

y te dirá la vida que enmustia

que no hubiera sido así mejor.

 

¡Oh, mujer de ingrávido candor!

Si un niño atesoras en tu vientre

eres Emperatriz del amor.

 

Gravidez flexible y diamantina

que nutre cual divino crisol

un sueño dorado que imagina

sus mejillas doradas al sol.

 

Con benefactora diligencia

liberarás un alma irreal

del dominio de la inexistencia

a la luz de tu amor inmortal.

 

Llegará el día, mujer preciada,

que a esa flor bendita mirarás

y acariciando su piel rozada

al Hacedor gracias le darás.