Heliconidas

Desierto IV

No me des paraíso, dame desierto.

 

Insolación de recuerdos que lastima

mi mente carbonizada de dualismos.

Mar de arenas que sobre dunas encima

el jardín de Dios y su blanco espejismo.

 

Del barro modelable es que surgió el hombre

y del fuego ardiente brotaron los genios.

Como el lobo blanco, como un dios sin nombre

me hundo en tu cisterna de los milenios.

 

Sobre tus lejanos oteros me aliebro

en tu envoltura de luces y cenizas.

Bajo la austera desnudez del enebro

quiero sepultar mi esperanza hecha trizas.

 

Aquilón azota con su viento negro

el páramo de mi azaroso destino.

Mis más preciadas certezas desintegro

en la arena y en la huella del camino.

 

No me des paraíso, dame desierto.