Mi fiel vecina
No eres poderosa, muerte, matas
al que ya está desahuciado, al que no sabe
que ese camión le arrancará la vida
o el disparo en la sombra o el incendio,
matas sin fuerza, sin poder alguno,
porque todos ya nacimos condenados,
no tienes que volar ni hacer piruetas,
no tienes que gastar tu sueldo en asesinos,
la vida se hace cargo de nosotros,
la vida es la que gana, pues tú esperas
y todo lo que logras es un cuerpo ya vaciado.
Es cierto que te temen los cobardes,
es cierto que es sin tregua tu dominio,
que caen niños, enfermeras, diputados,
ancianos, periodistas, los bohemios,
los sensatos sin arruga en la corbata,
los locos sin saber que hay una losa
y el hombre sin dudar en debatirse ante tu lazo.
Y es cierto que hay dolor, que abres la tumba
y algo se pierde tras cerrar la triste caja,
que algo de luz se va cuando nos besa tu tiniebla
y algo no ha de volver cuando ya no hay más paletadas.
Pero es cierto también que lo sabemos y lo damos
como una novedad que tiene sólo un tiempo justo,
que el resto es libertad para gozar de la alegría,
que el resto es juventud para beber todos los vasos
y anclar en cada puerto con un amor hecho ribera.
No eres, pues, poder ni sombra ni castigo,
eres la soledad de quien regresa viejo a casa,
eres la confesión de quien se mira en sus semillas
y elige descansar pues ya sus frutos le dan sombra.
Eres felicidad, muerte mortal, amiga mía,
también te acabarás, dirás no quiero más mis manos
y echarás a dormir junto con todos los caídos
y entrarás a vivir, pues cruzarás tu misma puerta.
Lo sé, pues yo seré el que abra en tierra un tibio foso
en el que recostar tu rostro en paz y tu silencio
y en el que un sitio conquistar, mi fiel vecina,
para por fin dormir contigo a solas para siempre.
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