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El sol naciente del refugiado

El sol naciente del refugiado.




Ya no existe sobre el pensamiento una arquitectura que nos haga decir cuando les veamos llegar los extranjeros de nuestra comunidad:
 Son de aquí, o son de allá.
 Rostros que esperamos reconocer frente a nosotros sin nombre, sin forma concreta, más que la que ha dejado la desesperación enarbolada en gestos, manos, cabelleras crispadas, y sobre todo….
 una mirada lejana que nos sobrecoge al saber de aquellas vidas sobre cuyas testas se posó como en los campos de trigo las nieves y el sol, que nunca llegaron a  agitar  las profundas raíces habitadas en una oquedad sembrada de tierra donde mana un poder que ordena:
 seguir adelante.
 Cruzando pueblos desiertos, desiertos poblados de cactus, estepas de piedras donde brincan entre difuntos cuervos que graznan dentro de trajes de hombres , y los perros andan enloquecidos de hambre entre las fuentes heladas. A los mares oscuros. Pesadilla en calma en movimiento hasta cuando flotan las barcas cargadas de rezos mirando hacia el cielo que trae como langostas nubes como manos que estrangulan un cuello. Se abre el abismo con un grito de tempestad.
 Infierno negro de olas sobre una madero arrastrando rostros enloquecidos, unidos, aferrados unos a otros hasta ser lanzados a las alambradas de la orilla.
 Todo puede ser movido hasta ese momento de llegada:
 desiertos, estepas, ríos, valles, montañas, desfiladeros.
 Pero ahora, hay que pasar entre los hombres.
 Ellos forman una gran barrera que mover.
 Más os vemos romper a llorar sobre un campo minado de verjas y hierros similar al que se usa para el ganado, rodeados de una arquitectura diferente a la oriental: rígida, militar, Europea. Donde los objetos cortan como cuchillos  y los cuchillos como palabras repletas de  propiedades diferentes a las que quisiéramos conocer.
toda palabra y todo gesto tiene añadido a su significado:
 impedimento, opresión.
 Y os oigo decir con la boca ahogada  sobre la tierra:
Con esto no puedo, con esto no puedo.
Pero el preludio de una jornada está por proseguir. Con un golpe, cristales rotos,  un silbido, tras un soldado, con una manifestación en contra, detrás de un convoy, un tren, un camión, bajo amenazas, en prisión, incluso allí se sigue adelante…
Al amanecer.
Al amanecer.
Al amanecer.

Angelillo de Uixó