Bernardo Bosquez Minjares

Su sombra.

 

Quizá nunca estuvo tan triste, solo era falta de afecto lo que a su mente tenia tan estresado, constantemente en alerta viviendo en alternancia con su alegría y depresión, yo lo vi marchar miles de veces, llevaba la barba desarreglada, el bigote mal trecho, el cabello enmarañado los ojos relucientes y un dolor en la piel que se alcanzaba a percibir, era como si manchara el panorama de tristeza a su paso, desee tantas veces tenderle la mano, pero era mas que imposible, solo lo acompañe en silencio, el sol le alargaba las facciones haciéndolo parecer amorfo. Que tristeza
podría tener aquel hombre al que pocos por no decir nadie, le tendía la mano?
había perdido algún amor?
lo habían dejado sin empleo?
La duda me asaltaba, pero mi boca enmudecía, era como el guardián que sigue fiel sin decir palabra y que aun de noche esta vigía de aquel que es su protegido.
Ahora era perceptible mi dolor ese que antes se podía sentir en su piel ahora era perceptible en mi, y de pronto ya no pude mas, era como si algo me detuviera para andar y por mas que intente alejarme los pies no me respondían era como si aquel hombre al que yo había seguido por mucho tiempo, me hubiese dejado petrificado y no pude seguir mas; era como si mi estirpe, proviniese de los pies de aquel hombre, entonces me gire y pude verlo, el cansancio lo había abatido, me miro con ese brillo en sus ojos, no pudo pronunciar palabra alguna,
una lagrima escurrió por la mejilla, jamas supe yo la causa de su cruel dolor, pero por la expresión de paz en su rostro pude ver que había terminado.