el duende

a mi madre

Y otra vez en la noche
no hay madre junto al lecho
casi no tomé su pecho
y ella no calmó su dolor
por no darme su alimento.

No conozco su perfil
pero noté su regazo
la vida le dió zarpazos
que me alcanzaron a mí.

¡Que destino tan cruel!
cuanto me quiso mi madre
y qué poco me pudo querer.

En su lecho tan humilde
una enfermedad ingrata
no llegó vejez tranquila
ni hubo luna de hojalata.

¿Que será de mis hijos?
pues hoy
se me desvanece el alma
ya no me queda la calma
esta vida que me arrancan
de esta vida ya me voy.

He de pedir al que existe
después que yo marchite
¡cuidales que yo no estoy!
no les dejes
solos y tristes.

Los niños están jugando
siempre cerquita de casa
mientras los mayores lloran
el pequeño
brinca y salta.

Alguien preguntó
¿que hacéis?
los mayores... miran y callan.

En los años venideros
siguen las noches calladas
con un padre verdadero
que de la mano llevaba
a sus retoños pequeños
por veredas iluminadas.

En los veranos calintes
la luna siempre brillaba
los niños hechan raices
raices bien enlazadas.

Las rojas tierras de fuego
el verdor de las sembranzas
el agua de la ribera
la escuela... sus enseñanzas.

El mirar a otros niños
a quien sus madres no faltan
que alegres
van por las calles
¡cuanto los quieren en casa!

En las mañanas de escarcha
es el hermano mayor
el que les lava la cara
después viene el siguente
que con mas maña que ganas
es el que me peina
me viste...
el que me llena la taza.

Todo amor era fantasía
inventado todo el año
todo el día
cada hora
y al mediodía.

Mi padre nunca perdió la cabeza
ni en las noches sin lunas
ni en medio de la maleza
ni en la eternidad oscura.

El sol salió de nuevo
con su disco plateado
una blanca paloma se pone
en la encina centenaria.

Quedan jardines...
y tardes tranquilas
suena el agua
con su sonido claro. el duende