Heliconidas

Desierto I

No me des paraíso, dame desierto.

 

¡Ah, un desierto de ardiente sol y arenas

donde pueda ocultarme de la manada!

En la soledad de las vaguadas sienas,

en ese arcano símbolo de la nada.

 

Escapar de los trasmundos milenarios

y sentir el silbo de tu viento en voces

espectrales de profetas legendarios

que peregrinan como águilas veloces.

 

Del oriente hasta el poniente se deifican

en tu coliseo de áridos adioses,

espejismos de esperanzas que edifican

la morada de serpientes y de dioses.

 

Blancas arenas y utopías de agua

se hunden bajo la luna solitaria.

Allí nacieron de tu plateada fragua

incandescencias de ficción necesaria.

 

No me des paraíso, dame desierto.