Marce lino pan y vino

UN DIA…

 

El día acababa de echarse a andar  

y el calor era sofocante  

tras lanzar una detenida ojeada

a la larga pendiente que se abría ante mi

proseguí con mi padre a la cabeza

dirigiendo el camino que otrora existía

conocedor de ese trayecto

y donde poner los pies en la piedra escarpada

y polvo amarillento seco

en que la ausencia de matas

daba un tono desierto a la montaña.

El terreno inculto y atormentado

se hallaba conquistado por una caliza cuarteada

enrojecida como oxido desintegrado

que crujía bajo mis sandalias

que a buen paso

estaba aproximadamente a más de mil metros

demoraría un par de horas bajando

con mucho cuidado.

Desde lo alto ya podía visualizar el caserío  

lugar donde todo el mundo llegaba

unos se surtían de suministros

otros negociaban

era un punto de encuentro de todos.

Desde la montaña rocosa

mi padre me recomendaba

no mirar hacia abajo.

Olía aquello a aventura

era algo nuevo para mí

aunque no sabía para donde iba

no sabía tampoco que hacia

sin preguntar había que seguir adelante.