Humberto Barba

Definitiva e irremediablemente enamorados...

Un martes cualquiera,

En una ciudad cualquiera,

En un restaurante cualquiera,

Estaban él, su esposa, su pequeño hijo,

Y seis personas más entre amigos y familiares…

 

Era la hora del almuerzo y el restaurante estaba lleno; el lugar decorado con bombas y letreros de feliz cumpleaños proyectaba una atmosfera especial. El mesero se acercó y comenzó a retirar los platos de los comensales que luego de comer el plato fuerte consumían con gusto el postre mientras conversaban animadamente; el tema, por supuesto, era él; las anécdotas acerca de su infancia y adolescencia alcanzaban a escucharse con claridad mientras él un poco ruborizado sonreía recordando seguramente con picardía bellos momentos. Se notaba que aquel hombre en la plenitud de su juventud era muy querido por todos los presentes al igual que por muchos que no estaban allí pero que permanente eran citados dentro de las anécdotas compartidas por todos.

 

El bebe tendría no más de un año y pasaba de mano en mano, mientras reía mostrando tímidamente unos pequeños dientecitos que apenas asomaban por sus encías; ella, se veía “plena”, tenía un vestido vaporoso que mostraba su esbelta figura; la maternidad había dejado marcas casi imperceptibles pero que en todo caso lejos de desfigurarla le adornaban con unos kilos de más muy bien puestos; muy joven y alegre, se movía de un lado a otro de la mesa atendiendo a los invitados, hablando con cada uno de ellos y retornando a su silla apenas unos pocos minutos luego de los cuales volvía a levantarse para hacer de nuevo su recorrido. Cuando ya los invitados comenzaban a levantarse de sus asientos, ella se notaba nerviosa, insistía en que aún faltaba un café y se dirigió rápidamente a la barra mientras todos se acomodaron nuevamente; de pronto regresa acompañada de un guitarrista y una cantante entonando la canción del cumpleaños… todos se animaron y cantaron al unísono mientras el no salía de su asombro; detrás de ella, un mesero traía un pastel con velitas y todos aplaudieron mientras él las apagaba y pedía su deseo; Terminada la canción del cumpleaños, la cantante anuncio oficialmente que esta era una serenata que ella le ofrecía a su amado esposo y comenzó a cantar las canciones que previamente habían convenido; él la miraba con una ternura infinita mientras ella no le quitaba los ojos de encima… Las canciones de amor seguían sonando al fondo y ellos dos aun estando rodeados por todos los presentes se veían conectados, como si fueran uno solo, definitiva e irremediablemente enamorados…

 

Termino de almorzar, como mi postre y pienso: el amor realmente existe y se puede ser testigo de este bello sentimiento al dar la vuelta en la esquina Un martes cualquiera, en una ciudad cualquiera, en un restaurante cualquiera.

 

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