Beatriz Blanca

LA ROSA DORMIDA

Entre la suave brisa

que levantaba plácido vuelo

una rosa mecida

mostraba gracia, alcanzando su sueño.

 

Exhausta del calor

desmayó el corazón sin aliento.

Recostada en su rama

estremeció al jardín su arrobamiento.

 

Yo sería una herída

si cortarla una mano quisiera,

pues dormita tranquila

parece un hada vestida de seda.

 

En su nave de plata

un ángel la toma y la lleva al cielo.

Tal vez, ella se expanda

regalándose cual aroma al viento.

 

Tan cansada ella estaba

que no exhaló ningún sutil aliento,

como si supiera

dijo adiós y dejó solo al viento.