Josefina 46

Y LLEGASTE DE PUNTILLAS...

Llegaste a mi casa una mañana

cuando más de afecto necesitaba,

me ofreciste apoyo, amistad

limpia, sincera y llana.

 

Mi vida era, por aquellas fechas,

bastante complicada y oscura,

luchaba contra la parca fiera

con tan sólo el amor por armas.

 

Y llegaste tú de puntillas

con la timidez en el rostro reflejada

y me tendiste tu mano amiga

altruista, noble, desinteresada.

 

Fueron pasando los días

y se fue lo que más quería

pero tú a mi lado seguías

aliviando la pena mía.

 

Cada día me llamabas

disipando las tinieblas

que me oprimían el alma.

 

Fuiste capaz de solucionar

cuantos problemas me acuciaban,

reparar, mantener y controlar

cientos de cosas necesarias.

 

Eras el primero en felicitarme

en mi santo y cumpleaños,

en la Navidad y el Año Nuevo

y hasta en el Día de la Madre

eras el más seguro y tierno.

 

Ciudadano ejemplar

siempre dado a los demás,

con envidiable saber estar

sin presunción ni vanidad.

 

Siempre fuiste respetuoso,

¡un caballero de leyenda!

con un carazón grandioso

y de mente sabia y serena.

 

Yo sabía que para ti representaba

algo más que una sincera amistad,

lo leía en tus ojos cuando llegabas

aunque jamás me confesaras la verdad.

 

Y te fuiste con tan noble sentimiento

una mañana de otoño gris y fría

y sentí desde muy adentro

que algo se moría en el alma mía.

 

¡Dejaste una huella en mi corazón

que otro amigo no a de borrar,

porque la verdadera amistad

perdura hasta la eternidad!

 

Fina