Marc Tellez Gonzalez

En alas de libertad y justicia.

 

 


Se siente como la libertad se escapa, apenas se puede respirar, no sé sí permanecerá de pie ante esta guerra, la moral siempre ha sido su bandera, más no siempre su eterna morada, porque en las batallas de todo se vale, y eso hasta un niño lo sabe.


¡Y si, entiendo!


Es terrible ver como el ácido de la corrupción carcome el hierro de la ley, de lo justo y lo sensato, sin que nadie lo detenga.

 

¿Oh señor donde te encuentras?

 

Es tan inevitable el morbo en aquel sucio y jodido juicio cargado luto.


¡Que pena, en verdad que pena!


Se escuchan los chasquidos de la zozobra y, la penumbre estalla desde un inicio, viendo como la esperanza muere de hambre sí Dios no la alimenta.


¿Pero quien alienta a Dios para que este presente y se sienta su presencia?

 

Cuando todo y todos en su contra cantan tiranía fría.

 

¡El hombre, o su pensamiento mismo son su propio aliento ante el abismo!

 

¡Que solo se encuentra ese hombre viéndolo tantos ojos y, voces que piden encierren al loco!

 


Ahora entiendo como la rabia es la enfermedad más representativa de los perros.

 


Que frágil se mira el hombre con tan pesadas carga, y aún así esta de pie, totalmente erguido esclavo de sus cadenas al escuchar su terrible condena.

 


Se escucha la voz de su verdugo.

 


-¡Muerte a la bestia!-

 


Y el hombre, en su mente, sólo pide una frazada de justicia.

 

En sus manos únicamente llevaba esperanza al inicio de su juicio, y en el corredor a su celda, se da cuenta que Dios no lo abandono, porque pronto ha de estar con el, y comprendió que quien lo abandono fue el mismo hombre y el sistema que lo corrompe.

 

Y en voz sumisa y baja dice:

 

-Dios, hemos de estar juntos, la libertad que nos has dado, jamás se ha de comprar, ni compartir por poderes y bienes del mortal, la libertad del bueno o el malo esta al morir, porque vivir aveces es la peor sentencia de quien no ama a su prójimo por muy bueno o malo que sea.-

 


Ese hombre ha de morir sin quien lo reclame en este mundo, y satisfecho ha de estar esperando el día en que Dios lo tenga con él; como su invitado más ansiado; en sus manos portara una carta, misma carta que nombrara su injusticia, y el por qué lo entrega a Dios la mano del tirano hombre.

 

 

 


Marc Téllez González.