Izandro

Querida

 

Cuando el cielo en ti vea la pena,

Así como a las heridas de tu piel,

Las lavara dulcemente en estío,

Con el propio rocío de su amor.

 

Cuando reparo en el camino ya andado,

Sólo puedo ver mis propias huellas,

Aquellas que dejaron sueños al olvido,

De un amante recuerdo del pasado.

 

Cuando tu aroma vivo se vuelve vano,

Y es recordado en mis entrañas,

Siento tu triste y querido lamento,

Cuando me dices cuanto me extrañas.

 

Cuando ando de prisa o con decoro,

Te recuerdo y me pregunto con poco aplomo,

Si acaso tú me recibirías,

El día que tenga que volver,

Mas sólo musito en mis sollozos,

Que en esta triste lejanía,

Ni siquiera la muerte misma,

Me impediría a ti volver.

 

Cuando veo mis huellas en otra tierra,

Y me pongo a recoger frutos... de amado huerto,

Me pregunto quien será... el que ahora te quiera,

Y quién será... al que hoy tú le das abrigo.

 

Cuando pienso en ti…

Mi amada tierra,

Solo puedo decirme en este silencio,

Cuanto te quiero, cuando me esperas,

Y que aún en la peor de las lejanías,

Llevo un trozo de ti sembrado en mi pecho,

Esperando algún día en ti recogerla,

Y entre mis manos hacia ti, elevar un ruego,

Para decirte que a tus brazos he vuelto,

Mi tierra querida...

Mi amado consuelo.