Heliconidas

MoscĂș, un tango y vos (Tango)

I

Tus ojos fueron la fragancia

que urgieron mis ansias de cantor.

Me hablaste de Rusia, tu infancia,

y de tu pasado abrumador.

A vos te apasionaba el tango,

a mí tu belleza virginal.

Te conmovió mi voz de fango,

he hice vibrar tu piel de cristal.

II

Fuiste en mí la musa blanca

que en noches de mudo dialecto

hizo surgir la lengua franca

de nuestros besos más dilectos.

Ángel eslavo alicaído.

Nada era tan embriagador

que escucharte, en ruso, al oído

susurrando palabras de amor:

“Nicagdá nié pakidái miniá.

Iá tibiá búdu liubít vciegdá”.

I bis

Partiste un día tan obsesa 

que juré a Moscú irte a buscar.

Y hoy veo cumplir mi promesa

y en tus ojos volverme a mirar.

Supe que tu albur fue un presidio.

Que nadie supo más de tu rodar.

La Plaza Roja fue un suicidio

y en el Kremlin me puse a llorar.

II bis

Rubio ceniza del exilio.

Elegía de un oscuro adiós

del muerto sol de nuestro idilio.

Sólo fue Moscú, un tango y vos.

De un lienzo de luz fuiste retazo.

Mariposa roja del dolor.

Ya no tiemblas más en mis brazos

susurrando palabras de amor.