Javier Hilario Rocha Villegas.

Sonríe

Me encanta esa manera tuya de verme sin mirarme.

 

Siempre pidiendome que me quede en casa cuando son tus ojos los que me llevan a todas partes.

 

Y es que...

no sé.

 

Pero esos maravillosos trampolines color cafeína son los culpables de que yo esté aquí, a las tres con treintaicinco de la mañana, saltandome los sueños.

 

Siempre, a la mañana siguiente, me reclamas las ojeras,

que no son mías, sino tuyas.

Y después, con esa sonrisa de estocada, me ofreces una azucarada taza de café.

 

Y despierto.

 

Descubro que esos dos charcos infinitos en los que me baño cada mañana no son la playa constelada de la que hablaba Octavio Paz,

Y sin embargo sigo sintiendo celos al leer tus ojos.

 

En mi móvil.

 

En cada rincón de Chihuahua 

que me sabe amargo y me hace desear que estés aquí.

Todo con el fin de endulzarlo.

 

Aunque no seamos los de antes.

 

Aunque mires a la camara...

 

Y no a mí.

 

Sonríe.