Victor Cea

Romance del sol.

 

La lluvia reseca y triste llegó al pueblo
donde los niños la cubrían de heno.
Eran las fuentes risueñas y estancadas.
Era el reloj que nunca acompañaba.
A esa hora el sol ya aparecía
abriendo sus piernas al cielo
y pedía, tímido y casto,
sus sufrimientos de mi fracaso.
Muere joven sol, muere.
Te verás entregado a fauces de hielo,
harían de ti no más que enrraizados cabellos
robándote así, tus pieles y el cieno.

Vuélvenos magro azufre imperecedero sol
entre estas ortigas ya no habrá más negrura.
Quemados discos de un almizcle centenario,
que sentirás en tus venas con nuestra locura.
Muere joven sol, muere.
Perecerá tu aliento de fruta y pintura.
Vuélveme claro recital, ópera del calor
monstrándote a mí, no volverás.

El instante en la vega fue caminando
como lo hacen en la arboleda todos los pájaros,
pequeños y constantes como el deseo.
No dejes a los campos de nuevo tu anhelo
verás pequeño, tu rostro quemado
y tus mejillas rojas del color del ciruelo.
Ahora me apiado, no te podría abandonar
y tu corazón de entregada plata, el vuelo.

El día se puso maravilloso
el efebo sol de pensamientos en sueños,
se despertó,
y dejó caer su melena de mil hojas.

El sol adulto aún anaranjado,
en las cremalleras de partidas lenguas
se levantó,
y caprichoso esta vez, volvió con los árboles
.