ANA MARIA DI BERT

Vida, tu me diste...


Vida, tu me diste...

 



Vida, tu me diste un año más,  
por este sempiterno camino
plagado con resplandores y sombras,
jugando escondidas con mis fantasías de años.
Y al espigar amor del bueno,
auténtico, sincero, urgente,
siento el latir como el primer néctar de la viña,
en este otoño que ya me invade, que llega...
¡Intenso!



Vida, tu me diste el sutil vino destilado de los mostos,
que embriagan y enajenan mis venas.
Ese rojo penetrante que deleita,
porque tiene el bálsamo adecuado
de la pasión que arrebata,
como si mi alma profesara un renacer sin tiempo.



Vida, he recogido tres flores silvestres en mi primavera,
y frutos recién nacidos en este estío maduro ,
que con delicadeza cuido  con  el amor más grande
al protegerlos de todo en su ternura inocente. 



Vida, peregriné tus prados
alucinándome con la hermosura de paisajes de ensueños;
con trinar de aves en amaneceres rosados, percibiendo el fulgor de las estrellas...
Y pinté ilusionada de plata la luna,
cuando bebí la miel del rocío,
allá por los tiempos cuando  un hada me hizo muchacha.



Y me entregué totalmente vida,  
en el crepúsculo donde mi savia se hizo amor,
para reencarnar en pasión, incitada por el sortilegio de la noche,
con los duendes silentes,
entre sábanas suaves de ternuras mansas...



Vida, tu me diste la magia del vocablo hecho poesía,
¡para que pudiera decirte gracias!



Ana María Di Bert
25/07/2015