Heliconidas

Una lloraba, la otra dormía

En un teatro de sombras arcanas,

en mi ascóndita butaca de tul,

aspiro el cómplice silencio azul

de luces y finuras gregorianas.

 

Embalsaman el aire las ligeras

cadencias de un refinado cantor

que interpreta con lozano fulgor,

esa romanza, “El día que me quieras”.

 

Dos bellas mujeres, quien lo diría,

eran fuego y témpano a mi arredor:

Una lloraba, la otra dormía.

 

Paradoja del arte que aún conservo

en mi mente, cuando escuché el latir

del sublime alejandrino de Nervo.