LA CEGUERA DE LOS CUERVOS

Derramando

 

 

el ocaso en los vestigios
de una necesidad frágil

[Esos colores]

la vida. Que duele a deshoras
cuando los ojos se apagan

en una necesidad falsa,

la falacia de mirarte
con la mirada cayendo al abismo,

¿Has mirado al cielo, perderse
en el horizonte, cerca de aquí?

[Secuestrado por los recuerdos]

y el ambiente vomitando los sentimientos incandescentes
en ese lamento adornado de pudores íntimos y grotescos,

enamorándose la rivera del cauce migratorio de tus ojos
perdiéndose en la distancia secreta de tus garras aferradas
a las entrañas
donde he perdido mi sensación de estar muerto
en éste vacío que recuerdo
al quemar la retina
orando profundamente
en ese descanso estancado
en mi persistencia del tiempo;

donde te recuerdo, hilvanar tus cabellos con el viento,
y en el telar, acabar con los colores de la mirada
que se van tejiendo tímidamente lejos de tu piel
secuestrada por las sombras armadas de noche,

esa noche escondida, secreta ante mi maldito arte,
donde te desnudas hasta enaltecer al cielo
por tu belleza, esclava de la marginalidad de la naturaleza

eres todo [ese vacío, que he intentado desgarrar de mi pecho]
asediando el olvido que aún no despierta
del puñal intermitente de la felicidad,
en éste eco que sacude mi voz
en resonancia con mi nerviosa sangre
al sentir el miedo perforar mi noción -de mirarte-
cuando ya lejos estás
donde he sido pasado
en ese viaje
que no he sabido tomar
perdiendo el cuerpo
en la esclavitud del lugar,

un lugar vestido de ilusión
en la fantasía de preservar-te
donde somos íconos directos
de volvernos en un beso quebrado,
partiendo los labios,
en esa ausencia
en esa ausencia
en esa ausencia

donde alguna vez brilló la noche sobre todas las estrellas
donde alguna vez brilló tu mirada sobre mi ausencia,

letargo de flores y mariposas
crecen en este paraíso sonámbulo
onírico es estar sin estar
rebanando la tierra, sacudiendo los sentidos.