Vicente Martín Martín

Era feo

Era feo y por tanto

ninguna prostituta se acostaba conmigo ni alquilaba los ojos

para verme en los suyos o mirar

una puesta de sol,

era feo y los feos no podíamos

andar por la Vía Láctea ni pararnos a ver la torre Eiffel.

 

Y al final sucedió que las hormigas asaltan los castillos,

que  los feos tenemos también alguna parte humana y las mujeres

no son precisamente prostitutas,

tienen muslos,

caderas,

tetas inagotables y pezones

donde mana la leche con sabores distintos

y de ellos bebieron hasta hartarse

los galanes más dulces y los niños más tristes.

 

Han pasado lo años

y no gasto levita ni me visto de cuadros escoceses

-sigo siendo tan feo-,

pero hay alguien, -y no es Lilí Marlén ni mucho menos-

que me deja mirar desde sus ojos cada puesta de sol,

duermo a sus pechos

y jamás se avergüenza de mi cuerpo deforme.