Araceli Vellber

Mi viejo sauce.

 

Se prolongan mis manos

como las ramas de tu viejo sauce

hacia abajo

como si quisiera caer rendida a tus pies

y ahí, acariciar la tierra que te alimenta

la tierra que nos sujeta

nos mantiene firmes

y nos impide vivir tumbados uno sobre el otro

y devorar las lunas que vayan pasando

y mojarnos en la lluvia, de los días de otoño

y hacer más profundas nuestras raíces

y yo introducirme en lo más profundo de tu cuerpo.

Te abrazan mis manos

como el sediento que coge un vaso de agua

temblando

y una vez recuperado el aliento

y con los labios húmedos

decido explorar tu pecho al descubierto

y entre tanta piel

suspiro porque nunca termine tu cuerpo.

Y entonces decides levantarte y te vas

y a mí se me va la vida

de las lunas que hemos contado

y de repente vuelves

como el que nunca ha existido

y mis manos ya no se mueven

ni el viejo sauce existe

y tu piel me resulta indiferente

y me da igual que la recorra otros labios húmedos

y buceo en tus profundidades

para rescatar mi corazón robado.

Y ahora, otra vez se prolongarán mis manos

pero esperaré para que no me engañe

tu viejo sauce, mi corazón helado.