Hugo Emilio Ocanto

Carta abierta (Prosa) -Autor: MIGUEL ÁNGEL MIGUÉLEZ- -Interpreta: Hugo Emilio Ocanto- -GRABADO-

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Es curioso cómo el tiempo nos enfrenta a lo

que somos mientras todo lo demás y los

demases se corrompen poco a poco en el

esperma mágico y furioso del que

procedemos y al que invariablemente nos

eyacularán las horas, las distancias, las

desdichas, los fracasos, las derrotas y la

última victoria del amor como una batidora

que lo va mezclando todo sin compasión

alguna en la turbia vagina de los

sentimientos.

No tengo noción alguna de tu aroma, ese tipo

de sensaciones deberíamos vivirlas una vez

para así luego poder recordarlas para siempre

en su más íntima esencia y, casi siempre, en

el momento más insospechado: tal y como

aparecen y permanecen los recuerdos que de

verdad merecen la pena. Pero lo cierto, si he

de ser sincero, es que me excita sobremanera

tan solo en pensar en la dulce fragancia de tu

sudor cerca de la medianoche, cuando sé que

estás pensando en mí y el algodón de las

sábanas se adhiere a tu piel desnuda, tersa y

morena, como una serpiente turquesa y

lasciva que va reptando y recorriendo cada

curva y por tu espalda hasta encender la

lámpara de todos los deseos y echarlos a

volar como palomas mensajeras a un

destinatario tan cercano a tu torso como

desconocido a tus adentros, y así caliente,

solo y caliente me interno en su misterio y

vuelo a través de ellos y me rompo y vivo y

y muero y renazco de nuevo sobre ti y siempre

en ti, raíz de mí, cuadrado de todo, círculo

perfecto, cero, uno, dos... Todo del revés y el

revés en la nada.

 

Entonces el agua y el viento nos abrazan en el

azul de una pared recién pintada de aire, y en

ella dibujamos besos y luces de colores

inauditos bajo la sombra de un universo que

sigue implacable su voraz camino,

contemplando onanista y silencioso cómo el

mundo continúa su eclíptica trayectoria

descendente hacia el orgasmo gravitacional

sin pararse a pensar en aquello que acaso le

espera a los insignificantes seres que lo

habitan, ilusos ellos del poder del día pues la

noche tiene alma de amante, domina al

corazón y tarde o temprano lo desvirga y su

dolor les escuece como un sol de arañas en la

boca o una luna de leche que amarga en el

costado.

 

Nunca lo que fuimos importó, y ya no

importa, porque todo cambia y ha cambiado y

nosotros con el todo que formamos hoy con

nuestras manos, ya solo no importa, y solo

somos, tú y yo, en una eterna caricia de

barro.

 

Así es, amor, y cuánto no daría por estar

ahora mismo yo a tu lado...

 

M.A.M.

Viernes, 24 de Julio de 2015