Juan Senda

((((((((((EL SILENCIO SIN ECO)))))))))))

EL SILENCIO SIN ECO

 

Oh, alma mía,

¿por qué te abates y peleas contra mí?

¿Por qué has de encarcelarme

en la húmeda mazmorra

como si fuese Edmundo Dantés?

¿Por qué te empeñas en conducirme al silencio sin eco

y a la insoportable soledad nocturna?

 

Oh, alma mía,

¿por qué has de consumirme

y atormentarme en todos mis silencios?

 

 

 

Déjame..., huye de mí,

Ya no me importa morir al lado de las caracolas marinas,

al pie de la ribera, debajo de una barca,

en una playa de ogros donde el viento gruña;

allí, donde se peleen las tempestades

y mi cadáver quede bajo los pies del viento

y enroscado en los muslos del mar.

 

 

 

 

Déjame..., ya no tengo ansias de vivir,

has devorado mi ser.

 

 

 

Te has llevado a mis amores,

y ya no temo a que vengan los dientes de la muerte,

a que vengan a lacerarme y a absorberme la sangre

y a conducirme a la boca y a la sombra de la tierra.

 

 

 

 

Quiero que mis huesos vaguen por las arenas del mar

y que los peces me besen comiéndome.

 

 

 

 

Así, me abrazaré a ellos en esa última muerte,

en esa última soledad.

 

 

 

 

Déjame morir en el fondo del mar,

porque mi dolor es más fuerte que tu amor.

 

 

 

 

Huye de mí, alma mía,

no me atormentes más en este jardín de amor.

 

 

 

 

Te has llevado a mi amada,

devuélvemela para amarla como tú la amas.

 

 

 

 

Te has apoderado de mis perfumes

y de las glorias de mis sueños.

 

 

 

 

Ahora, consuélame tú,

¡oh, altísima alma!

Tú me has enseñado a amar,

a ser humilde, a ser compasivo,

a ser amoroso y adorable

y a tener caridad con todos los pobres.

 

 

 

 

Tú, me has enseñado a llorar con los que lloran,

a sufrir con los que sufren

y a perdonar a todos los hombres.

Mas ahora me has abatido en la miseria de mis amores

y, por ello, ya no tengo en la tierra sendas para vivir.

 

 

 

 

Tú eres la que amas y yo, el que sufre,

¡Ampárame tú, oh, venerable alma!,

dame sosiego en esta “noche de amor”,

 

 

Devuélveme ese perfume sublime y admirable

y arráncame este fuego mío que tanto dolor

me causa en las grietas de mi carne.