LIZ ABRIL

HASTA QUE NOS ENCONTREMOS

Esa mirada cómplice con la que nos buscábamos...

Esa sonrisa a medias que traspasaba cualquier distancia...

No hacía falta escucharte para saber que sentías.

No hacía falta que te hablara para que supieras qué pasaba.

Tu mano en mi mano estaba en los peores momentos.

Tu abrazo ceñido sobrepasaba el tiempo.

Tus lágrimas muchas veces mojaron mis hombros.

Mis lágrimas muchas veces estallaron en risas.

Tu risa quebró muchas veces en llanto

y tantas madrugadas nos hallaron soñando.

Así de loca era nuestra amistad...

tan loca y linda como la misma vida.

Aprendimos a respetar nuestras diferencias.

Aprendimos a reconocer nuestros errores.

A gritarnos verdades a la cara 

sin que eso jamás nos enojara.

Hablarnos era mirarnos a un espejo

y expresar cada pensamiento.

No hacían falta intermediarios

ni hacían falta pretextos.

Y eras tú quien lloraba cuando leía mis versos.

Sabías de mi tristeza y no había misterios.

Yo sabía cada paso que habías dado en secreto.

El hilo de tu vida se cortó tan de pronto...

y tu alma emprendió aquel ansiado vuelo.

Te fuiste y yo... quedé aquí tan sola

con mi alma desnuda y mis pies en el suelo.

Pero hay lazos tan fuertes que  no puede la muerte

cortar con sus fauces e imponer el olvido

y mientras respire tú vives a través del recuerdo.

Y el día que me vaya cumpliré con lo dicho:

¡Habré de buscar tu huella en aquellas estrellas

e indagar en cada alma hasta que nos encontremos!