Vicente Martín Martín

GEISHA

 

Tiene un aire de geisha y unas cuantas

amarguras de más,

no sé de ella

sino aquello que cuentan quienes dicen que vino

en un barco holandés entre promesas fundidas y cubitos de hielo,

que ahora mismo

administra un burdel de cuatro cifras

y no vende sonrisas porque tiene

empeñados los parpados y nombre

de santa calvinista.

Ella sabe que miente su perfume y que la calle

es un rito de espuelas,

ella sabe

que Manet retrataba mujeres con sombrilla porque nunca

vivió en los arrabales ni abrazó

pechos republicanos

y por eso

no se siente obligada a deshacer un equívoco

en que no tuvo parte

y practica

las doctrinas que otros le impusieron,

ella sólo consiente que allí lleguen los hombres como hienas autóctonas,

que coman y defequen,

que forniquen y coman y defequen mientras tengan

ojos de cartón piedra y no naufraguen

sujetos a su ombligo.

Lo demás, todo es nimio, ya no habita

la pobreza en sus muslos,

ya no huele

a soldados cismáticos su sexo

y las fotos que guarda en su mesilla de noche están selladas

con goma de mascar.