Marco Antonio (El Gringo)

El Desafío

Quedé desintegrado en pedazos minúsculos

tan numerosos como estrellas en la noche 

ninguno más grande que los granos de arena
que yacen esparcidos en la desolada playa.

 

Arrastrado por olas de dolor,
tragado por el profundo océano;
en su fondo, ahogado en la melancolía,
sin poder emerger - olvidado.

 

Deteriorado en el suspenso de mi trance,
y entre el infinito y la eternidad, abarca mi soledad.
El pasado rodea el futuro como un buitre;
el presente, ausente y fuera de mi alcance.

 

La noche me acecha sobre una cama de clavos,
en el techo se aferra el sueño que no logro alcanzar;
debajo de la almohada se encuentran asfixiados:
alma, cuerpo y mente - mi corazón: destrozado.

 

La aflicción oprime mi esencia,
y entre más sufrimiento me inflige,
despiadada me mira, y más me exige.
Con la paciencia agotada,
en vano la búsqueda por alguien a quien le pueda suplicar.

 

Siento la palpitación de mi vida al cesar;
ya solo queda un paso más para llegar al precipicio,
y a su orilla en mi efímero indulto poder contemplar:
el salto mortal que finalmente termine mi desquicio.
Perplejidad, el abandono definitivo del creado
por el eternamente engendrado.

 

Atrapado en un mundo donde la verdad y la mentira,
la realidad y la ilusión se confunden, y mi cordura delira,
donde el cadáver de la esperanza
quedó sepultado en un podrido rincón;

 

...pero ni aunque las llamas del propio infierno
de mis piernas encadenadas me arrastren muerto
y mis despojos entierren en el huerto de la perdición;
de las cenizas se elevara mi alma victoriosa
y entre los fuegos con desafío proclamará:
¡jamás y nunca me rendiré!