Roquearguellesarevalo

Relato2

Y es que hablar de ella, del amor o de poesía era hablar de un café bien cargado, de un cigarrillo (Marlboro de preferencia), a veces de ética y también de matemáticas, y porqué no de cada película en las que sus calles, parque y plazas traían a la mente un momento vivido en el que por casualidad coincidían con una de las tres. Cuando escribía en un pedazo de papel, después de haber preparado una taza de café cargado mientras volvía a mi habitación, ese pequeño trayecto tenía que ser especial, así que me empeñaba en derramar un poco del café, no limpiarlo, y ni bien llegara al cuarto, colocarlo sobre la hoja de letras formando una media circunferencia marrón. Ya luego, tal vez después de haber cabeceado en el escritorio, me levantaría a limpiar lo que había derramado y sabría de anticipo que era café o tal vez la fétida orina de mi perro.