Araceli Vellber

Tenia algo que decirte.

Tenía ganas de decirte,

que el Sol nunca se acuesta

hasta que permaneces despierta,

que la Luna se asoma

para recorrer tu cama

y comprobar que estás dormida

y muerdes entre tus labios, los míos,

que el aire se detiene

a comprobar tu perfume de menta,

que las amapolas

eligen en primavera

el color de tus lágrimas,

que los caramelos

me dejan en mi boca

el sabor de tu ausencia,

y tienes en tus ojos

el color de los océanos

y en esas profundidades

navego como marinero

escaso de equipaje

escaso de barco y velas

buscando los vientos propicios

para alcanzar tu boca y buscar tu beso.

Tenía ganas de decirte

que me gusta cuando no retrocedes

cuando tu paso es tan firme

que los caminos, ellos solos, se abren,

que tu desnudez es tan sencilla

y alimenta me imaginación

más allá de tu ropa,

que tienes la sonrisa natural de la Luna

cuando es llena

y todo lo ilumina

acariciando su luz

los ventanales de mi alcoba.

Tenía ganas de decirte

que estoy de acuerdo

con tus desacuerdos

porque mi compromiso transciéndete

más allá de tu cuerpo,

que tienes el valor de la rebeldía

guardado en tus tarritos de conserva

con la etiqueta

según se despierte el día.

Tenía ganas de decirte

que pareces la Princesa del Reino

cubierta tu cabeza con la Corona de oro

cuando entre tus labios habita mi silencio.