anbel

¡Cómo duele!

Le dolía todo el cuerpo. Tenía la espalda contracturada, así que cogió su bandeja, depositó en ella su frugal comida y la llevó para su habitación apoyándola encima de la cama. Tenía hambre, la verdad, pero el dolor de espalda la superaba en intensidad, y el cansancio que sentía era tal que le pesaba todo el cuerpo, por lo que colocó sus dos cojines y se tendió en la cama, poniendo uno a nivel de las lumbares y otro un poco más arriba. No le gustaba cocinar, por lo que se preparó algo ligero que no requirió encender la cocina…entre eso, un yogurt y un poco de fruta, ya no necesitaba más. Tumbada, recostada, encendió la televisión y despacio y sin prisas empezó a comer. No le interesaba nada de lo que echaban por la tele, noticias nada halagüeñas, coloquios partidistas según el canal que pusiera, un programa de parejas, en el que más que personas parecían ganado exhibiéndose…nada que la satisficiera ni con lo que se sintiera identificada, por lo que sin ni siquiera meditarlo un segundo la apagó, tras haber acabado de comer y depositar la bandeja sobre la alfombra. Pensó en dormir un poco, pues hoy no iría a trabajar…a las cinco y media de la tarde tenía que solucionar un pequeño asunto y luego ya vería lo que hacía. Solía pasarle que cuando más cansada estaba, era incapaz de dormir porque el propio cansancio se lo impedía, o por lo menos eso era lo que ella pensaba , tras  haberle pasado esto mismo en varias ocasiones, así que siguió en la misma postura y no hizo nada, salvo dejar que su cabeza y su pensamiento la llevara donde quisieran. Miles de cosas sin importancia le vinieron a la cabeza, nada importante, así que iba pasando de una a otra sin pararse demasiado…la verdad es que le daba lo mismo a donde la dirigían sus pensamientos… ¡como dolía la espalda!, pero se dejaba quietecita y seguía pensando. Siempre tuvo un umbral del dolor muy elevado, ya desde niña lo había comprobado…no era quejosa en exceso… ¡ya pasará!, pensó. Su mente la llevó al pasado domingo…había sido un buen domingo, rodeada de buena gente, y la verdad es que lo pasó bien…pensó en los niños, había unos cuantos, y es que el día iba dedicado a ellos…casi todos entre 4 y  8 años… ¡qué energía tenían los condenados!...daba gusto verlos, riéndose, jugando, y cuando necesitaban algo dirigiéndose a sus padres, o en su caso, a la madrina, para solucionarlo. Le gustaba observarlos…los había vivarachos, charlatanes, y alguno más introvertido y tímido…pero todos parecían pasarlo bien….Habían llegado todos guapísimos, bien arregladitos y muy peinaditos…de eso ahora ya no quedaba nada, quien más y quien menos se había cambiado y ahora lucían bañadores, pantalones cortos…y los que no se habían cambiado como uno de sus ahijados, tenía la camisola llena de lamparones de chocolate tras el helado que se había zampado. Los pelos revueltos y las caras embadurnadas…de la gomina en el pelo que le habían puesto a su otro ahijado (el protagonista del evento), ya no quedaba  nada…lo importante es que se les veía  felices, contentos y sanos…Verlos disfrutar a todos en la piscina era un lujo…todos lo pasaban bien…De repente vio unos bracitos saliendo del agua, eran los de Lucia , la pequeña de sus ahijados…le gustaba el agua pero le tenía respeto, y aunque ya le había puesto unos manguitos para nadar, se dio cuenta que le pedía los de su hermano, así que se agachó y se los colocó, mientras ella elevaba sus bracitos, y la madrina se veía salpicada por los continuos chapuzones del resto de los niños que se lanzaban a la piscina.

Realmente era un lujo ver tanta felicidad alrededor, los niños eran muy sabios, disfrutaban a tope del presente y si tenían algún problema buscaban quien se los solucionara y seguían disfrutando del momento. Pequeños e inquietos sabios que a veces mostraban su pizca de maldad entre ellos, pero entre ellos se entendían y salían adelante como si nada…

Pensó en los ojos y en la sonrisa de quien la quería, al lado suyo, también mirando a los niños a esos niños que no eran los suyos, y que le traerían mil y un recuerdo. Ella lo sabía pero no le dijo nada……

La espalda ya dolía menos…es curioso como el pensar en algo agradable puede llegar a relajar de tal manera que te olvidas del malestar y éste se vuelve mínimo.

De repente pensó en el vacio….y en la nada… ¿serian lo mismo?... ¡si seré tonta!, se oyó decir. Se levantó de la cama, se dirigió al baño, se desnudó y se metió en la ducha, permitiendo que el tibio chorro de agua recorriera su espalda.