luisa leston celorio

LA CALUMNIA (historias del ayer)

 

Rafael estaba muy preocupado por las noticias que le llegaban desde hacía un tiempo. Sospechaba que algo extraño ocurría entre la señora Placeres y su novia. Cada día se le hacía más difícil conversar con ella, pero ella se negaba a confesarle sus inquietudes.
Los domingos y los jueves eran los días en los que se podían ver. La distancia entre Llanes y Colombres hacía que no se pudiesen encontrar el resto de la semana. Por otro lado, eran los señalados para visitar el novio a su prometida. No se sabe porqué estaba así estipulado, pero como decían los mayores: Esos eran los días de cortejar.
Aquel desafortunado domingo se vio obligado a visitar a su hermana que estaba muy enferma ingresada en el hospital de la capital, pues durante la semana el trabajo no le dejaba ni un minuto disponible.
Pese a haber avisado a Gloria de que ese día se ausentaría y de las razones por las que no podía ir a visitarla cuando llegó la encontró muy distante, muy nerviosa y contrariada. Por más que insistía en que le dijese lo que le estaba ocurriendo ya que él pensaba que en ningún momento la había ofendido, ella insistía en que no tenía nada que decirle.
Aquel ocho de septiembre como de costumbre pensaban reunirse en Covadonga para celebrar el día de la “Santina”, y como siempre comerían en el Hotel Pelayo. Así hacían cada año desde el momento que se habían conocido. Precisamente en su pandilla fue acogida con cariño al saber que se habían hecho novios y que era aficionada al senderismo.
Llevan reuniéndose cada domingo durante muchos años y pasando buenos ratos juntos las cuatro parejas. Siempre terminaban con ganas de que llegara la siguiente reunión para programar una nueva ruta. Con esa idea se habían despedido el anterior jueves a sabiendas de que el domingo no se verían, pero él trataría de compensarla llegando más temprano los siguientes días de visita. Algo así como recuperar el tiempo perdido -le decía él con tono irónico-.
Gloria le respondió también con cierta gracia y todo le parecía muy normal; sin embargo aquella llamada lo inquietaba. Lo hizo reaccionar y caer en la cuenta de que ya hace un tiempo que las relaciones con su novia parecen un poco distantes; sobretodo es a Gloria a la que ve que se va alejando, pero lo achacaba a su familia, ya que sabía que las relaciones entre madre e hija no eran precisamente muy cordiales. La llamada de sus amigos Lucas y Esmeralda, lo alerta, no sabe de qué, pero sí que algo comienza a temer. Entrevé que las malas relaciones de Gloria en casa están alcanzando unas cotas que están sumiendo en una situación que ya no sabe controlar por sí misma.
Tendrá que andar con pies de plomo -piensa Rafael- e intentar sacarla de esa situación tan lamentable. Tenía que insistir hasta convencerla de que debían casarse lo más pronto posible. Ya llevaban demasiado tiempo de noviazgo, así que lo mejor sería no seguir dando tiempo al tiempo. De momento podían vivir con su madre, aun a sabiendas de la mala fama que dicen que tienen las relaciones suegra y nuera, pero está seguro de que junto a él no le faltaría de nada, si ella quisiera podrían independizarse y arreglar la casa de la finca que había heredado de su padre.
Hasta el momento nunca había pensado en utilizar aquel lugar, pues no quería nada que viniese del padre. Lo que siempre había deseado era haberle podido llamar papá, sentir su cariño, recibir sus consejos, y ante todo, sentirle cercano, pero no, se tuvo que conformar con llevar su apellido, y ahora en su edad adulta recibir una herencia que nunca había deseado y que quiso devolver a sus hermanastros y que la inteligencia de su madre le hizo olvidar tan descabellada idea.
Su madre le decía:
-Guarda tu orgullo hijo, que no se sabe lo que se puede necesitar en esta vida, al fin y al cabo esto no es nada para lo que él te habría podido dejar. Esto es una menudencia, pero menos da una piedra, y su corazón era un enorme pedrusco. Te lo digo yo y sé bien de lo que hablo.
Evaristo había salido varios años de novio con su madre, y en cuanto supo que estaba embarazada la abandonó negando su paternidad hasta que se enteró de que el bebé era un varón, entonces se mostró arrepentido a pedirle su novia que lo dejase ponerle su apellido y criarlo, a lo que ella no accedió. No le negaba que le diese el apellido y si quería criarlo tendría que ser junto a ella. Pero esos no eran sus planes y se negó.
Le puso su apellido y sólo de vez en cuando se acordaba de darle unas monedas a la joven madre para ayuda de la crianza del niño. Poco a poco fue dejando de pasarle dinero y se olvidó de su hijo por completo.
Su madre le decía que no había perdido nada, visto lo que hizo con los hijos que tuvo en su matrimonio, pues los trataba como esclavos ya que apenas iban al colegio y los puso a trabajar el campo a edad muy temprana.
-Es fácil adivinar porqué cuando supo que eras un niño vino a darte su nombre mira que en cuanto se dio cuenta de que yo no le permitiría que te utilizara a su antojo se apartó de ti sin tardar mucho. Yo te traía hecho un pincel y pronto te encaminé al colegio, cosa que sus hijos casi nunca vieron y sé que su mujer se lo hacía y ver y reprochaba su egoísta postura.
-Al fin voy a tener que admitir que he tenido suerte de no haberme criado con él -piensa Rafael-.
En esta ocasión afortunadamente no se empecinó en no aceptar la herencia como cuando descubrió que el trabajo que tenía había sido obra de su padre que había convencido a Don Fausto para que lo emplease, y él con esa dignidad que tantas veces se le atragantaba decidió dejar la empresa pese a las súplicas de su familia y los baldíos intentos de su jefe en retenerle. Desde entonces tardó mucho tiempo en conseguir un trabajo bien remunerado.
Desde que sus amigos Jaime e Erundina lo colocaron en la fábrica de lácteos su vida había cambiado al cien por cien ya que logró ser totalmente independiente de su madre y de sus hermanos.
¡Era una pena después de tantos sacrificios como había hecho su madre para darle unos buenos estudios! Su título de abogado debiera servirle algo más que para colgar la orla en la pared y que su madre presumiera que su hijo a pesar de no tener un padre a su lado, consiguió más en la vida que “otros”.
Ahora ya tenía algo bueno que ofrecerle a su novia. No veía porqué esperar para casarse. Pronto podrían arreglar la casa, y mientras tanto tenían un hogar donde comenzar su vida de matrimonio. Así se lo iba a hacer saber en cuanto la viese.
A las siete llegaron a buscarlo en coche sus amigos para hablar algo referente a la misteriosa llamada. Estaba muy intranquilo. No sabía el porqué de tanta intriga, ni porqué sus amigos saben algo que él desconoce.
Fueron puntuales, y le invitaron a ir a dar un paseo por la playa de Cuevas del Mar. La tarde era espléndida y daba pena estar cerrados -decían Lucas y Esmeralda-.
Ya estaba intranquilo por saber lo que ocurría; sin embargo parecía que sus amigos no sabían cómo comenzar. Su inquietud le hizo adelantarse a ellos y sin más esperar les preguntó:
-¿Me podéis decir de una vez lo que ocurre?, creo que me habéis traído aquí para algo más que para contemplar este precioso paisaje, que por otra parte para nosotros no es ninguna novedad.
Lucas comenzó a hablar con titubeos, estaba nervioso, pero era cierto que cuanto más tratase de alargar la situación más penosa se hacía.
-¿Cuándo has visto por última vez a Gloria?, ¿el domingo acaso?, -le preguntó-.
-No, ya sabes que tuve que ir al hospital varias veces esta semana.
-¿Habéis quedado para el domingo?
-Por supuesto, hemos quedado en vernos temprano. Si puedo iré para comer con ella.
- ¿Estás seguro de eso?
-¡Caramba! ¿Qué me quieres decir?, ¿qué le ocurre a Gloria?
-A Gloria no le ocurre nada. Nosotros queríamos saber si habéis tenido algún contratiempo en estos días.
-No. ¿Por qué?
-Esta mañana recibimos una llamada de su hermana que nos preguntó muy angustiada cosas muy extrañas sobre ti. Nosotros la tranquilizamos, pero nos hizo saber que su madre estaba metiéndole a Gloria en la cabeza cosas muy poco gratas sobre tu persona, incluso que el domingo aprovechando tu ausencia se había pasado la tarde tratando de convencer a los tres de no sé cuantas cosas para que rompiese relaciones contigo, y nos hizo saber que se habían dado cuenta de que esta postura que tiene su madre no debe de ser nueva ya que su hermana le respondía que la dejase en paz, pero también observaron que en algún momento vacilaba; incluso hubo un instante en el que se manifestaba muy dudosa porque quizás su madre pudiera tener algo de razón.
-¿Pero qué tiene esa señora contra mí? ¿Por qué ahora cuando precisamente tenemos en mente casarnos?
-¿Casaros? No sabíamos de vuestros planes.
-Claro, ya desde que comencé a trabajar lo estamos hablando, pero sin fecha. Yo estos días le estoy dando vueltas, y pienso decirle el domingo que en cuanto ella quiera podemos hacerlo.
-¡Pues espabila! que esa señora puede haceros mucho daño.
-¡Caray! ¿Pero qué me estás diciendo hombre!
Esmeralda añadió:
-Me temo que ya lo ha hecho, y tú sin enterarte.
- ¿Me podéis decir qué es lo que esa mujer tiene contra mí? Seguro que algo os ha dicho Loreto. Mi cuñada siempre ha parecido que me tiene simpatía, así que si os alertó por algo será. ¿Pero por qué no habló con migo?, ¿por qué os llamó a vosotros precisamente?
-Sabe que somos tus mejores amigos y los que mejor te conocemos.
-Bien, pero no me has dicho lo que os comentó además de lo mucho que me aprecia y que desean proteger a su hermana de las artimañas de su madre.

La conversación cada vez se hacía más penosa. Esmeralda miró a Lucas y con un gesto de preocupación le indicó que quería irse.- Así lo había planeado antes de encontrarse con su amigo y pensaba que ya era el momento de dejarlos a solas-
-Ya se hace tarde y refresca así que prefiero irme para casa, además, mejor os dejo solos.
Rafael no respondió. Estaba como ido, no sabía qué era lo que le estaban ocultando sus amigos, pero cualquier cosa que fuese tenía que ser muy desagradable para que su amiga quisiera ausentarse.
Cuando al fin los dos hombres se quedaron a solas sin preámbulos renovaron la conversación:
-Antes de entrar en la cuestión te voy a pedir un favor y quiero que me seas totalmente sincero. No temas hacerme daño. Necesito salir de esta incertidumbre que me está ahogando-dijo con desespero Rafael-
-Bien amigo, pero permíteme hacerte unas preguntas y quizás así podamos encontrar los dos juntos respuesta a lo que está ocurriendo.
-Tú dirás. Ya veo que no quieres ser directo.
-Tampoco es eso Rafa, es que a veces las cosas pueden tener varias lecturas y sólo con calma podremos entender lo que a esa señora le está rondando por la cabeza.
-Pregunta pues.
-¿Cuánto tiempo lleváis saliendo de novios?
-En serio, unos cuantos años. Tú eres tan conocedor de lo que me preguntas como yo.
Lucas se apoyó en el coche, desvió la vista hacia otro lado y no sabía de dónde sacar el coraje necesario. ¿Cómo decirle a su buen amigo el mensaje que le llevaba? ¡Era el hombre tan débil! Su amigo nunca supo encararse a los problemas. Si no era él, era su madre o su abuela las que siempre le sacaban las castañas del fuego. Llevaba tan clavadas en él las malas experiencias de su infancia que estaba lleno de complejos. Otros, por el contrario, estarían rebosando de odio, pero él no es así, su nobleza no le permite odiar ni vengarse.
Al final tuvo que enfrentarse a la realidad y comenzó como pudo ajustándose a los hechos y prosiguió la conversación.
-Cuando yo salí de novio con Esmeralda después de un tiempo ya teníamos nuestras confianzas. Ya sabes lo que te quiero decir, ¿verdad?
-Por supuesto. ¿A dónde quieres llegar?
-Parece ser que tu querida suegra no está muy conforme con tu comportamiento con su hija.
-¿Que no está conforme?, ¡pero si no le he tocado ni un pelo!, y además… ¡Qué sabe ella!
-Sí que lo sabe, a su manera confesó a Gloria, y ella dice que no es normal que un joven como tú no haya intentado seducirla.
Se hizo un estremecedor silencio, fueron unos instantes desoladores para ambos hombres. Aquellas cuestiones eran muy duras de tratar, y aún más, muy serias y angustiosas.
Tras un suspiro, salió un sollozo de lo más profundo del corazón de Rafael.
Apenas era capaz de pronunciar una palabra; pese a ello intentó sobreponerse a la situación y ser fiel en la respuesta a su amigo. No cabía duda de que estaba tratando de ayudarle, lo mismo que tantas veces desde niños lo había hecho cuando en la escuela sus compañeros le acusaban de mariquita y de que su madre era una fulana.
Pensaba que algo así estaba reviviendo de nuevo. No era tonto para darse cuenta de que las preguntas de su compañero no eran inocentes.
-Tú sabes como yo, que no soy ningún hijo de puta, pero sí soy hijo de una madre soltera. Sí, sé que se casó con el señor Robustiano, pero entonces yo ya tenía diez años, y ya me habían tildado de eso, de hijo de…, mientras que a mis hermanos nadie les recordaba las flaquezas de su madre porque tenían un padre que los defendiera, aunque fuera a tiros. ¡Vaya leche que se gastaba ese cabrito!
Si por lo menos me hubiera aceptado en casa… Nadie le pedía que se hiciese cargo de mí pues bien que trabajaba mi madre para mantenerme, lo mismo que mi abuela nunca me abandonó, pero el muy desgraciado me dejó con la anciana y una tía enferma. No quería que me tratase con sus hijos, y cuando iba a visitar a mi madre me decía:
-¿Qué, ya tenemos al bastardo de visita?
Aún no sé porqué mi madre se casó con aquel individuo. ¿Acaso ella se creería que me iba a aceptar siendo yo hijo de su peor enemigo?
Después de guardar unos segundos de silencio y con la mirada perdida, continuó con sus reflexiones:
¡Qué asco!, ¡lo que vi tragar a mi pobre madre! Ella pensaba que dándome un padre ya nadie me insultaría. ¿Sabes cuánto tardó en echarme de casa?, ¡once meses!, lo que tardó mi madre en quedarse embarazada y traerle al mundo un varón. ¿Cómo quieres que me dedicase a jugar con Gloria? Yo quise respetarla hasta el último momento. ¿Te das cuenta de que saliese embarazada?
-Tú, no la ibas a abandonar, ¿verdad?
-Por supuesto que no, pero ni tan siquiera quiero correr el riesgo de que tengamos que casarnos de penalti. Eso no quiere decir que no se me haga cuesta arriba…
-Pues esa astuta mujer sonsacó a tu novia cómo eran vuestras relaciones. Así comenzó su acoso. Sí, hostigarla es lo que está haciendo. Le está indicando que no es normal tu comportamiento; le recuerda tus modales tan delicados, le indica que no es porque seas un caballero, sino que seguramente le ocultas algo. Le dice que ningún hombre que se precie pasa mucho tiempo sin intentar seducir a su novia.
Es más, le dijo: -¡Hasta hay quienes aconsejan casarse antes del año ya que a partir de unos cuantos meses de noviazgo no hay hombre que se resista!-
-¿Pero qué me dices?, ¿es eso lo que está pasando? No me sorprende nada de esa malvada y egoísta mujer. Era de suponer que algo muy feo me tenías que decir. Así lo supuse desde el primer momento que tu mujer se quiso marchar, que no quiso estar presente en esta conversación.
-¡Maldito sea mi nombre!, ¡maldita mi estampa!, ¡maldita mi vida! ¡Maldito seaaaa…!
Golpeando furiosamente sobre el capó del coche se descargaba de la rabia, del dolor y de la ira que se le estaba acumulando.
La mano de Lucas se posó sobre su hombro tratando de que se tranquilizara a la vez que le ofrecía afecto para que no se sintiese solo, pero Rafael la rechazó bruscamente, y gritando dejó salir una retahíla de improperios dirigidos a su padre y a la bruja de su futura suegra.
Lucas guardó silencio y dejó a su amigo desahogarse pues era lo menos que podía hacer, lo necesitaba y de nada le serviría tratar de hacerle entrar en razón en aquel momento, así que prendió un cigarrillo y se encaramó en la barandilla que dividía la carretera del aparcamiento.
La noche estaba estrellada y la luna llena se dejaba mecer por el vaivén de las aguas del estanque artificial que adornaba el entorno del campo de golf. El aire fresco que acariciaba sus pieles también mimaba el cristalino líquido que recordaba a un espejo donde se contempla la luna. A sus espaldas bajo el acantilado la mar dejaba su mormullo cantarín que en esa noche fría y dolorosa sonaba más a un triste preludio que abatía con dureza los corazones de los dos amigos.
Comenzó a tirar pequeñas chinas en el gran charco que también se asemejaba a una enorme cuna que acogía el arrogante astro, mientras en el suelo yacía el cuerpo desvalido de su amigo. Entre sus manos sostenía la cabeza mientras que por su boca ya no salían palabras soeces. Sólo salían babas y un espumarajo que hizo que Lucas se asustase. Aquel pobre parecía una piltrafa. Lentamente se acercó a él y al ver que no le rehuía se atrevió a acogerlo contra su pecho.
Sintió que el cuerpo de su amigo estaba totalmente desfallecido, sin fuerza alguna para defenderse en ese momento y poco a poco lo fue incorporando y lo metió en el coche. Cerrando las puertas puso la calefacción y trató de hacer que entrara en calor. En todos estos movimientos, no dijeron una sola palabra.
Lo llevó hacia su casa pues sabía que su mujer lograría reponerlo un poco porque para eso las mujeres son más hábiles -se decía - y así lo hizo.
Era lo mejor para su amigo. No podía dejarlo a solas en aquella casa. Solo sí que ya estaba, y muy solo. ¿O es que había mayor soledad que aquella en la que vivía junto con a su anciana madre tan llena de penas? ¿De qué manera iba a contarle su amigo a su anciana madre lo que estaba viviendo? No podía ser de otra forma, le ayudaría a pasar aquellos momentos tan infernales.

Esmeralda rápidamente se puso al frente de la situación, ayudó a su marido a meter en la cama a Rafael y luego con paciencia y mucho cariño le hizo tomar una tila. Ambos pasaron la noche pendientes de su amigo. Nadie concilió el sueño, pero al fin lograron que calmase los ánimos. Al amanecer Rafael se quedó traspuesto durante un rato.
Lucas pensaba en qué acabaría la triste historia en la que estaba inmerso su amigo. Su mujer orgullosa del buen corazón de su marido le decía:
-Eres una buena persona querido. Desde niño te pasaste la vida apoyándole. Eres como su sombra. Pienso qué sería del sí en este momento no estuvieses a su lado.
-Nos criamos juntos, yo sé de sus penas, de sus debilidades. El hecho de haberse criado junto a su madre, su tía y su abuela lo hizo copiar sus modales, por eso es tan delicado y con gestos poco varoniles, pero no quiere decir que sea homosexual, ¡bien sé yo lo que le gustan las mozas!, pero como estamos acostumbrados a exhibirnos como unos “machotes”, pensamos que los que son delicados, ocultan algo.
-Por mi mente jamás ha pasado cosa semejante porque lo conozco muy bien. Ni a ninguno de nuestros amigos se le ocurriría tal cosa; más te digo, creo que a nadie, salvo a esa arpía.
-¿Tú crees que logró convencer a Gloría?
- Me temo que algo de eso hay. Su hermana y su cuñado están muy angustiados pues la ven muy influenciada por su madre.
-¿No piensas que esta situación, no es porque sí?
-¿Qué me quieres decir mujer?
-En los años que llevan saliendo su madre no se ocupó de sacar a relucir cosa tan absurda, tan peregrina, ¿por qué lo ha sacado ahora que comienzan a hablar de matrimonio?, ¿por qué ahora que se ha quedado viuda?, ¿te das cuenta de lo que quiero decirte?, ¿no te parece muy extraño todo esto?
-Sí, al menos, muy sospechoso.
-¿Qué vas a hacer cuando despierte?
- Según él decida y esté haremos.

No fue mucho el tiempo que se quedó dormido Rafael, pero fue lo suficiente para lograr reponerse un poco. Una buena ducha, otra tila bien cargada y un pequeño tentempié le ayudó a tomar una determinación aunque antes no pudo reprimir una serie de lamentos.
-¡Cuánto me pesa no haber comprado un coche cuando comencé a trabajar! Esta maldita distancia es la causa de este desdichado momento.
-¿Tú crees de verdad que la distancia es la causante de la desvergüenza de la señora Esmeralda?
-Algo sí tiene que ver. Con el coche hubiera ido cada día a Gloria, y no tendría que esperar tanto tiempo después de ir a visitar a mi hermana. De esa manera la señora no tendría ocasión para injuriarme.
-No te engañes, si estaba en su mente lo haría fuese cuando fuese.
-¡Quizás tienes razón! Estoy dándole vueltas a la cabeza y me pregunto que si me hubiese criado junto a mi padre y mis hermanos… ¿tendría yo estos modales? Yo he pretendido cambiar, y algo sí que he logrado, pero no creo que fuese lo bastante como para que se deje de notar mi conducta. Sí, ya sé, ya sé que mis maneras pueden parecer afeminadas.
-No, eso no es ser afeminado, es otra cosa, es ser delicado en tus formas, y no es malo.
-Creo que le voy a demostrar a esa energúmena que tengo bien puesto lo que tiene que tener un hombre.
-¿Cómo lo vas a hacer?
-Primero tengo que hablar con Gloria, le dejaré bien claro que en cuanto quiera nos casaremos, y que su querida madre no volverá a verme el pelo salvo que me pida perdón. Lo demás no sé, pero sí sé que se lo haré pagar.
-¿Estás seguro de que quieres que te lleve hoy mismo hasta allí? ¿Por qué no tratas de sosegarte un poco?, las cosas en caliente nunca salen bien.
-Por supuesto que estoy seguro de ir más pronto que tarde. Quiero aclarar esto lo antes posible.
-¿Vas a descubrir a los hermanos de Gloria?, eso les traerá problemas con su madre.
-Lo siento, intentaré que sean ellas las que me digan lo que ocurre -respondió Rafael, añadiendo muy seguro de sí mismo: Les preguntaré el porqué de esa frialdad por parte de Gloria y a ver por dónde salen-. De no aclarar la cuestión no tendré otro remedio que ser sincero. No os inquietéis, tampoco les voy a decir que os llamado por teléfono su hermana.
- No te preocupes por nosotros, pienso que es preferible que les digas que yo me he enterado de lo que se estaba hablado a tus espaldas y que lo puse en tu conocimiento,
-pues amigo a no nos asustan sus tejes manejes-. Por otro lado si decides ir yo te llevo hasta Colombres, no deseo que vayas solo a pesar de que sabemos que la hermana de Gloria y su marido están de tu parte, así que creo que no lo tendrás muy difícil.

La conversación con su novia no fue muy gratificante. Las sugerencias de su madre habían hecho mella en la joven. Pese a la buena labor de Loreto y Francisco apenas la pudo hacer entrar en razones.
Todos los amigos de la pareja pusieron de su parte cuanto les fue posible para curar las dudas de Gloria, y estaban muy satisfechos porque lo habían logrado.
La boda fue tomando forma hasta el punto de ponerle fecha. Poco a poco fueron pasando los recelos entre la familia y repartieron las invitaciones. Mientras tanto Rafael ya se había comprado el coche y cada día visitaba a su novia.
Faltaba un mes cuando Loreto llamó por teléfono a Rafael. Esta vez no pidió ayuda a su amigo, sino que fue directa:
-¡Ven de inmediato!, ¡necesito verte! -le sugirió- y sin preámbulo alguno le puso al corriente de lo acontecido.
-No me explico lo que pasó, pero ayer cuando fui a buscar a Gloria para ir a hacer la última prueba del traje de novia me quedé perpleja. Me pidió llorando que la escuchara ya que tenía que hablar de algo muy serio. Por favor, vete tú a hablar con ella, por más que traté de convencerla de que está equivocada e influenciada por mi madre, no me ha hecho caso.
-¿Pero qué es lo que me quiere decir?
-No, ella a ti no te quiere decir nada. Mi madre dice que es ella la que te tiene que poner al corriente de lo que han decidido.
-¿Y qué han decidido?
-Por favor, yo he tratado de sacar a mi hermana de casa para que no se vea atrapada por mi madre, pero no hubo manera.
-¿Volvemos a las andadas?
-Eso parece.
-¿Qué más quiere tu hermana?, ¿es que no le bastó la demostración que le hice de mi masculinidad?
Loreto notó cómo sus mejillas se sonrojaban mientras pensaba que su hermana estaba loca, que acaso después de que ese hombre le demostrara… ¡Qué pudor le daba el haber descubierto así las intimidades de Gloria!
-No me interesan vuestras intimidades, pero me desconcierta mucho lo que me acabas de revelar.
-¿Por qué?, ¿también tú dudas de mi hombría?
-No me trates a mí así, no soy yo la que te estoy traicionando, pero piénsatelo bien antes de seguir adelante con la boda, no sea que luego te arrepientas. Yo no veo a mi hermana con capacidad para discernir en este momento lo que quiere o lo que debe hacer con mi madre.
-Pues lo ha de decidir ahora, después será tarde.
Un mes antes de la fecha señalada rompieron el compromiso.
La señora Esmeralda, con sus sucias calumnias había vencido. Era tremendamente oscura la maniobra de aquella mujer tan cruel, pero aún no habían descubierto Gloria ni Rafael lo que les esperaba. De alguna manera tenía que demostrar la rotura del compromiso de su hija, y no tuvo escrúpulos para desvirtuar el honor del ex novio de Gloria.
Hizo correr el bulo entre los vecinos de que el joven había sido un impostor, y que ella había descubierto que carecía de hombría. Otras veces era menos indulgente y arremetía contra él con palabras más obscenas -parecía mentira que habiendo sido una mujer tan culta, utilizase semejante vocabulario-.
Por su parte Gloria se dedicó a guardar silencio y a ocultarse de la sociedad que la acosaba con buenos consejos:
-Eres muy joven y bonita, verás cómo encontrarás un hombre de verdad, que te merezca.
Pasaba el tiempo dedicada de pleno a cuidar a su madre, que precisamente era lo que había buscado sin escrúpulos y lo había conseguido. Nunca volvió a salir con un muchacho. Decía que ya no se fiaba de los hombres. Una vez que se murió su madre se recluyó en un convento de clausura.

-Nunca más me fiaré de una mujer decía continuamente Rafael, por demás, gozaré de ellas sin ningún perjuicio tonto, terner por bien seguro que no habrá hembra que me vuelva a rechazar por no mostrarme como un verdadero macho. Bien sabía él que sólo eran bravatas, pues con recordar la nobleza de su madre no podía asegurar que todas las mujeres cojeaban del mismo pie.
Lo malo es que se corrió la voz de boca en boca y las muchachas alertadas no lo aceptaban, y fue durante un tiempo la comidilla del pueblo y el hazmerreír de las pandillas.

Si su ex novio terminó en un convento él lo hizo dedicándose en cuerpo y alma al cuidado de la poca familia que le quedaba. Su hermana se había quedado viuda muy joven, y tras una larga enfermedad también se habían muerto dejando un pequeño a cargo del y su anciana madre. Él se sintió útil contribuyendo a que a su familia no le faltase nada. Le parecía que de esa manera podía recompensar lo mucho que habían hecho por él, pues a pesar de no haberse criado con sus hermanos siempre tubo una buena relación con ellos, sobre todo con su hermana. Su madre fue una mujer muy generosa y supo mantenerlos unidos pese a las muchas penalidades que su padrastro les hizo pasar.
Rafael pensaba que era bueno para el jovencito tener una figura masculina cerca, porque no quería que le ocurriese lo que a él, pues no tener una referencia masculina quizás fuese la causa de su desgracia.
Mientras tanto su madre ya muy enferma se preocupaba porque él se estaba haciendo mayor y se temía que se quedaría solo. A ella no le quedaba mucha vida pues ya tenía muchos años, años muy trabajados y con muchos sufrimientos. Su frágil salud cada día la iba dejando más inútil. Aconsejaba continuamente a su hijo que hiciese algo más por su vida que dedicarse a su familia, pero él estaba tan dedicado a ella y a su joven sobrino que no escuchaba.
-¡Por Dios, hijo, escúchame!, ¿no ves que ya no me queda mucha vida?, tu sobrino está ya mayorcito y en cuanto acabe los estudios volará. Verás cómo en cuanto encuentre trabajo ya no le vemos más el pelo. Piensa un poco en ti; me has dedicado toda tu juventud sin merecérmelo. Nunca debí casarme, pensaba que sería bueno para ti, pero me equivoqué, él jamás te aceptó, ni tampoco tú a él. ¡Oh mi Dios, cuánto daño te han hecho!, ¡cuánto daño te he hecho! ¡Oh hijo que como he fracasado en mi vida!…
-No diga eso madre, la vida viene como viene, y el tiempo se ocupa de ir curando las heridas, y usted no sólo me ha dado la vida, sino que ha hecho de mi un hombre como Dios manda, pero a lo visto la sociedad reclama de un hombre otras cosas y eso no es culpa suya…

Razón tenía la anciana mujer. En cuanto el joven sobrino dio por terminados sus estudios se fue en busca de trabajo. En las Islas Canarias encontró su lugar y sólo volvió para el entierro de su abuela. Triste fue la despedida entre sobrino y tío, pero aún más triste la soledad en que se quedó Rafael. La pandilla de senderistas ya se había deshecho porque unos ya eran padres y no les quedaba tiempo, y otros por enfermedad o lejanía del pueblo. Bien mirado el grupo comenzó a decaer tras la rotura de su noviazgo.
Sumido en la más inmensa soledad, un día decidió irse de vacaciones a Tenerife junto a su sobrino, y desde entonces ya no volvió a la península salvo de vacaciones. Su sobrino le encontró un buen puesto de trabajo en la misma empresa donde él trabajaba, al fin pudo ejercer de abogado, en la central lechera ya lo hacía, pero siempre de ayudante del abogado principal de la fábrica, allí, era el responsable, no un simple suplente. Esto junto la lejanía de aquel rancio ambiente que había dejado a tras le fue ayudando a superar sus complejos, parecía que en él renacía un hombre nuevo.

Se sentía libre por primera vez en su vida aunque fuera a costa de la pérdida de los seres más queridos. Ahora tras la muerte de su madre podía dedicarse a viajar, que era lo que más ilusión le hacía. No tenía otras pretensiones para su vida más que dedicar el tiempo que le quedara libre a conocer otros lugares, a descubrir nuevos horizontes y durante un tiempo gozó de la vida más de lo que jamás pudo suponer.

En el lugar de trabajo conoció a una mujer que le cambió su existencia por completo y se convirtió en la aliada más fiel para el resto de su vida.
Lucrecia se sentía muy dichosa a su vera. Sólo hacía unos meses que lo conocía, pero le gustaba su encantador trato. Ella bien sabía que ya no era un muchacho, pero estaba lleno de vida y de amor y eso la dejó deslumbrada.
Pronto comenzaron a viajar juntos. Ella había recorrido mucho mundo mientras que él apenas había salido del entorno donde nació, por eso le entusiasmaba escuchar cuando ella le contaba cosas de los lugares que había visitado.
Pero ocurrió lo más inesperado; pronto se vio enamorado de esa mujer tan alegre y dulce, pero lo que más la caracterizaba era su gran inteligencia. Él pensaba que su corazón jamás albergaría un nuevo amor, pero se equivocó. En Lucrecia encontró paz interior y un amor lleno de fraternidad. No quiso ocultarle su pasado ni el dolor que durante mucho tiempo tuvo escondido en lo más recóndito de su ser.
Ahora ya no se sentía enamorado de aquella mujer tan frágil ante los arrebatos de su madre. Sabía que estaba a buen recaudo, donde pensarían por ella, donde no tendría que tomar decisiones por sí sola, lo que no sabía es si en alguna ocasión se sintió arrepentida de tanto daño causado. Sin embargo lo único que sentía en este momento era compasión. El amor se había trasformado en odio, luego en indiferencia y después de saber cómo trascurría su vida, en lástima pues bien sabía que aquella decisión de enclaustrarse había sido una válvula de escape, así se lo dejó patente su hermana y cuñado que no veían con buenos ojos su decisión.

Se sentía tan reconfortado y dichoso que como ya nada lo retenía en su pueblo vendió todos los bienes que le quedaban, los repartió con su sobrino y compró una pisito en Tenerife donde hizo nuevos amigos. En algunas ocasiones, Lucas y Esmeralda lo iban a visitar, y en otras era él quien volvía a hacer un recorrido por su tierra, que ahora hacía acompañado de la mujer más fascinante que conocía y que le hizo despertar del letargo en que estuvo sumido durante tanto tiempo.
Pocos meses duró aquel noviazgo que se le hizo eterno y que vivió con todo su ser. Al fin ya juntos se dedicaron a buscar la felicidad el uno para el otro. La pasión vivida a la vera de Lucrecia fue una experiencia jamás soñada, una recompensa que el destino le tenía guardado. Comprobó que precisamente por sus delicados modales Lucrecia se había enamorado del. Entonces se sintió limpio de prejuicios estériles, se perdonó a si mismo y se valoró sin temor a ser juzgado de falta de hombría.

En su vida se cruzaron muchas mujeres -demasiadas diría él- cada una con su peculiar forma de entender la vida. Él jamás utilizaba la frase tan manida de: Todas las mujeres son iguales. Quizás, sí se caracterizan por algo como los hombres entre sí, pero nadie es igual a otro, eso lo tenía él bien comprobado, cada una de las mujeres que pasaron por su vida eran tan distintas como el día y la noche. Unas tan egoístas que eran capaces de no importarles el juego sucio para conseguir lo que querían, otras tan débiles, que no pensaban por sí mismas y se dejaban manejar por aquellas personas que tenían poder de persuasión. O bien, como su madre, sumisas, y que pese a los grandes fracasos de sus vidas nunca aprendieron a defenderse a sí mismas, pero eso no les impedían sobrevivir con dignidad.
También las había como su buena amiga y la que pudo ser su cuñada, fieles, sinceras y entregadas a causas justas.
Tal como los hombres, no había sido su padre ni padrastro un buen ejemplo, y pese a la maldad de esos dos hombres su madre mujer sumisa en extremo supo hacer del y sus hermanos personas de bien. Admiraba la fortaleza de las mujeres que a pesar de cerrarles todos los caminos sacan adelante a sus familias y darles la dignidad que otros les trataban de robar.
¡Y qué decir de su amada Lucrecia! era una persona muy especial, inteligente, solidaria, noble y… En aquel momento se quedó sin calificativos ya que le parecía que nadie la podía igualar.
Lo que sí había comprobado, es que en la mayoría de los casos, las mujeres sabían salir adelante con más valor en las adversidades de la vida, pues descubrió que el pasado de su amada no había sido precisamente un vergel. Ella también había conocido el desamor y la soledad. Lo único que los diferenciaba era que por ser mujer supo luchar y no esperar a que nadie le sacase las castañas del fuego.

Autora: Luisa Lestón Celorio
Registrado- Tomo. HISTORIAS DE VIDA
Año 2010