Sussana Peña

\"Lecho \"

El dormir sola se me ha hecho costumbre,
como esas veces donde fumo sin quererlo y con
falta de sentimiento. Inhalando, exhalando.

 

Mi compañera de cama es ahora
un dulce can de gracioso tamaño, que al parecer,
mis respiros precipitados de madrugadas inquietas
le causan un respingo a su tan chico corazón.

 

Me despierta con su hocico maloliente
mientras yo imagino, en mi letargo,
que es mi dama etérea besándome para devolverme a la vida.
Mi mujer sin ojos, sin cabello que me caiga por los hombros
como cascada al vacío , ni labios qué sentir. La mujer sin rostro.

 

Despierto en la misma posición,
ahorrándome los sermones sobre sonreirle
a quienes con curiosidad me miran por la calle,
tomando la ducha de diez minutos donde ni mi mente me habla. No estoy.

 

Camino por no gatear, sobrevivo entre paredes que dibujan
escenarios que se inventa la excitación, puedo fumarme
el aire si estuviera combinado con tabaco, al menos sería justo, dos muertes por un suicidio.

 

Se achica el lecho,
la litera cruje como el mismo suelo cuando no piso con cuidado,
se oscurece el cielo;
¡se va el olvido!

 

El caparazón celeste se ve teñido
de sangre inmunda de quienes no están,
como si derramara vino sobre una sabana blanca, tal cual, una grieta en la pared.

 

Me he acostumbrado a esto,
a trazar renglones, empero,
escribiendo entre líneas.
Como una sofisticada nota de deceso, quizá , un adiós jamás articulado.