Oscar Perez

Buenos días otra vez

Buenos días otra vez

 

Buenos días otra vez, hermanas nubes,

alguna vez el sol pasó por todas partes,

alguna vez ustedes volcaron sobre el mundo

larga lluvia y un frágil arcoíris

que nos mostró y nos dijo que no todo está perdido,

que permitió aguantar otros mil años de verguenza.

Buenos días, viejo sol, luces cansado,

¿será que las promesas no se cumplen,

será que los sembrados se corrompen

con toda la ambición de los que siembran

en ellos no semillas, no esperanzas,

sino sudor y muertos cada día, sino golpes,

sino memorias llenas de lecciones

y tumultos sin pan que morirán un poco en cada ocaso?

Buenos días, viejo yo, te veo triste,

a pesar de las hazañas de este mundo,

del hombre que murió por tus pecados esa tarde,

de las tablas de la ley que tú heredaste,

de las múltiples historias que hoy por hoy no dicen nada,

de todas las plegarias que olvidaste y que ya no te redimieron

y de los pálidos cohetes que disparas

al espacio de tus nadas, ya infinitas, ya mortales.

Buenos días, gran ciudad, tus ciudadanos

ya trepan en el metro, ya levantan

las cortinas, los harapos, las llaves de la empresa,

ya corren por un sueldo que no alcanza,

ya mueren por un pan con que no viven,

ya matan por la oferta que no llena

aquel hastío de quienes la aprovechan

por simplemente huir de unas verdades

que van cosidas en sus sienes y en sus almas,

ya dejan a sus niños en un colegio del que poco saben,

con maestros que poco saben de esos niños y de sus familias,

(ya nadie sabe, eso es verdad, mucho del otro,

ya pocos de sí mismos se dan cuenta,

de lo que harán, de lo que son, de lo que pierden

por verterse entre las calles como un chorro más de tus desechos).

Buenos días, dulce amor, de nuevo lloras,

de nuevo te abandonan en la plaza,

te sacan el dinero, te mezquinan

aquel anillo con que sueñas, esa cama

donde quieres dormir algo abrazado a un cierto cuerpo

que diga las palabras que tú esperas,

que tenga aquellos gestos que tú has visto

o que quieres escribir, como escribieron

en libros y revistas de otro tiempo tantos hombres.

Buenos días, compañeros, moriremos

hoy o más tarde, probablemente solos,

probablemente a gritos en las calles, a balazos,

escupiendo la sangre de estos años de explotados,

la rabia ante el traidor que prometió tantas estrellas

y tras el voto huyó con el infinito entre las manos,

tal vez resistiremos otro poco,

si sólo nos miramos a los ojos, a la cara,

si sólo nos creemos, sin pedirlo,

un poco más capaces de hacer algo,

de arder, de tropezar con las estatuas,

de derribar los muros que en la faz de cada patria

alguno levantó sin que impidiera aquel vacío,

sin que pudiera trasladar tanta mentira hacia otra parte

ni ocultar a nadie el mal al que ya estamos habituados.

Buenos días, libertad, se ve que gozas tus prisiones,

tu breve aparición en las portadas de los diarios,

en la misa de los últimos obreros apaleados,

en la versión de los sorteos del futuro o de la fama,

en que un auto o un collar pueden ser más que tu sentido

y el triunfo sólo hallar unos billetes con que aturdas la ignominia.

Buenos días, fiel hermano, hemos pasado

por aquí por tantos siglos, ¿recuerdas

la canción de los esclavos, recuerdas

la promesa de ser dignos, recuerdas

la noción de ser humanos, recuerdas

el futuro que soñaste y que aún no duerme,

la noche en que juraste nunca más ya ir dormido?

Si estás, si sigue en pie tu fe en la puerta,

a punto de salir hacia el trabajo,

a punto de besar a cada hijo

y a tu mujer, porque es no sólo un gesto acostumbrado,

sino una fiel noción de lo que queda de nosotros,

de lo que basta por salvar para empezar un nuevo sueño,

yo entonces creo en ti, no por sed propia,

sino porque tú, aún bajo esta nube de silencio,

detrás del sol desesperado, de tu espejo

cuidado y maltratado por las noches,

de las urbes orinadas por los jueces,

del amor que te levanta cada día,

de cada ser humano en que te extiendes

como el agua que en el riego se hace brote

y en las playas una voz entre los tiempos

para exigir que todo mejore entre nosotros,

detrás de aquella libertad en que confundes

tu propia rendición con el destino,

si aún sigues aquí, te ríes, juegas,

te escapas de las redes un segundo

y existes más allá de tus miserias

y haces que todo exista, más allá

de los precarios cielos de la aurora más temprana,

entonces es que escuchas y no es vano

ni un sólo buenos días que te entregue,

ni un sólo buenos días que yo escuche

de tus labios por respuesta en la esperanza

de este simple, fiel y azul, cordial saludo cotidiano.

 

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01 06 15