Gomezea

EL DOLOR MÁS GRANDE DE TODOS

El dolor más grande de todos fue nunca contarle

que la amaba inmensamente, más de lo que cabía en mí;

fue verla por el retrovisor de los amores pasados

y comenzar a sentir al corazón partir.

 

Y en la espera de sus besos, los que me negó tantas veces,

aguardarla con palabras cursis sacadas de poemas modestos,

llorarla con las lágrimas que calan en la garganta

cuando la fe se queda sin aliento.

 

Entonces, dolí yo también, en el hondo recuerdo,

en el vaivén de las noches y los días;

en los “te amo”, las caricias, los gestos, el aire;

en la piel de la mujer que fuere mía.

 

El dolor más grande de todos fue quedarme sin ella,

sin su esencia, sus matices, su sabor, su mirada;

fue quedarme con la idea de un romance sublime,

convertirme en la tinta de una carta olvidada.

 

Les presento a los besos que se dan con las manos;

a los labios que escriben a futuros lejanos.

 

A un amor moribundo entre espinas de rosas

a los versos profanos que se plasman en prosas.

 

Al cobarde más valiente de los condenados,

al condenado más cobarde que se haya escapado.

 

A las lágrimas que brotan con la soledad,

a las sonrisas que se mueren con la verdad.

 

A los ojos que lloran a las puertas del alma,

al dolor en el pecho que se toma con calma.

 

A la historia del nunca que empieza en el final,

al destino del siempre cuando no hay terminal.