Por el camino del huerto
amaneciendo lo he visto,
el gato negro escondido
acechando el corto vuelo.
Dos volantones de mirlo
lanzados a la aventura
en su gran salto de altura,
por su salida del nido.
El primero inadvertido,
a las garras del astuto,
y a mis manos el segundo
temblando como un bendito.
Su corazón perturbado
latía con tanta fuerza,
que hasta el propio se me agrieta
de verlo tan asustado.
De nuevo al aire lo impulso
hasta un tejado cercano,
que la suerte de su hermano
no lo alcance en su renuncio.
Y esto me da que pensar
que todos sin apatía
libramos todos los días
la feroz lucha animal,
tratando de perdurar
de los destrozos que diezman
al que un momento flaquea.
Unos corren y otros vuelan
en esta selva que impera,
la ley de supervivencia.
Cada día cuando amanece, un león en la sabana sabe
que tiene que ser más rápido que una gacela.
Cada día, una gacela de la sabana sabe
que un león la acecha, y que para poder sobrevivir
tiene que ser más lista y más rápida que él.
Cada mañana, un ejecutivo mira sus gráficos
y los compara con los de la competencia.
Sabe qué, no puede dormirse o se lo llevará la corriente.
Cada mañana, un pobre mendigo madruga
para llegar antes que otro y ocupar su esquina.
Esta mañana cuando amaneció, los pobres mirlos sabían
que había llegado el día en que sus padres no se acercarían al nido.
Para poder sobrevivir, había que armarse de valor y lanzarse al viento.
Cecilio Navarro. 25/05/2015