Gladys Sarai

el triste violinista (3 era parte)

entre lápidas él caminó

dejó su violín en la tumba de cristina

ya sin lágrimas pues todo le lloró

de aquella bella rosa, solo le quedó la espina.

 

entró a su gran mansión, ya vacía

solo las cortinas danzaban con el viento

algo le hacía sospechar mal de Sofía

y se puso a reflexionar por un momento

 

aquella noche en la reunión

Sofía no dejaba de mirarlo

y cuando él anunció con cristina su unión

su semblante a odio, Sofía comenzó a cambiarlo

 

fue entonces que mientras él tocaba,

vió algo un poco extraño

Sofía una copa a cristina le llevaba

con toda la intención de hacerle daño

 

entonces él por fin se dió cuenta

que Sofía tenía un rencor absoluto.

observó por su ventana la tormenta

vistiendo sus ojos, su alma de luto

 

no durmió nada, la pasó en vela,

y a la casa de Sofía se dirigió

ni si quiera ya el frío a su corazón congela

pues no tiene nada, en odio todo se convirtió

 

se abre un enorme portón oscuro

crujen las hojas secas con sus pisadas

lo que le impide el paso es un muro

y al final de él, hay dos puertas cerradas

 

él toca las puertas con cautela

esperando saber quién abrirá

frente a él está un vestido de fina tela

es Sofía, él no sabe que le dirá

 

-buenos días bella dama,

creo que usted sabe muy bien quien soy,

por tocar mi violín me he creado fama

pero ahora en el dolor, perdido estoy-

 

-he venido a que me dé consuelo,

pues me he sentido fatal,

la noche la pasé en desvelo

mire usted mi rostro, está muy mal-

 

Sofía muy extrañada lo invita a pasar,

él se sienta mientras ella toca el piano

con una dulce nota lo trata de tranquilizar

pero todo el esfuerzo de ella es en vano

 

-necesito el calor de sus brazos, 

por favor señorita Sofía, acérquese a mí

se que antes a su ilusión hice pedazos

le ruego disculpas, si un tonto fuí-

 

el violinista estaba mintiendo, 

esas palabras estaban llenas de falsedad

odio y venganza es lo que verdaderamente estaba sintiendo

hacia Sofía que le robó la felicidad

 

Sofía fue muy ingenua

creyó en sus palabras y se acercó

ella fue muy estrenua

cuando apasionadamente lo besó

 

-pensé que jamás lo besaría,

oh mi querido violinista triste,

nunca imaginé que me buscaría

o es solo porque la amargura ahora lo viste-

 

-no Sofía, sinceramente la busco a usted,

con otra mujer me pude haber consolado

pero solo sus besos quitaron la sed

quiero estar ahora a su lado-

 

Sofía lo llevó hasta su habitación

ambos se acostaron en la cama

se besaron con mucha pasión

al día siguiente, muerta apareció la dama

 

el violinista el corazón le perforó

cumplió con su intensa venganza

de sangre, sus manos se manchó

y en su vida solo había desesperanza

 

salió de nuevo al cementerio

tocó por última vez de su existencia

estar con su amada lo pensaba muy en serio

se suicidó, a causa de su dolor y la demencia.

(FIN)

 

Gladys Sarai Hernández Ruiz.