Veronica Arteaga

SIEMPRE EL FUEGO

Yo sé que cuando escribo me estremezco:

Y un hálito de fuego me recorre

Como una brasa clara, incandescente

Que agazapada adentro

Invade mis rincones.

Me asalta la conciencia del Poema,

El vértigo y la luz de las palabras

Hijas de la Poesía

Y de los sentimientos.

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Es mi pecho de cera. Siempre ha sido:

¡Y es toda mi certeza!

Me he soñado de mármol muchas veces

Imperturbablemente lejos de esa hoguera

En donde van fraguándose mis versos;

Puros intentos vanos, solo intentos.

Siento correr la sangre,

Repica el corazón dentro del pecho

Y golpea, golpea

Y se asoma desnudo a la mirada,

A la frente, a los dedos,

Y es fuego, siempre fuego

Que amenaza con devorarlo todo

Sin dejar nada indemne

En el incendio.

Más la Poesía ha sido convocada,

Sabiendo que la anhelo:

¡Con qué exquisita copa ella me embriaga!

¡Con qué estremecimiento yo la espero!

Tanto esperar soñando que acudiera

A solas con mis versos...

 

Luego escribir, tal vez, de las tristezas,

Esa faceta gris de la existencia

Donde agonizan sueños de cenizas

Y penetrar, rebelde, hasta los huesos.

Otros días, como sinuosa Venus

Impúdica, sensual, húmeda en Eros

Con letras de sándalo y pecado

Bordará en sus columnas el deseo

Anagramas de sexo.

 

Nunca he logrado acuerdos conmigo misma. 

Nunca, lo confieso. Por eso

Si soy mármol o cera, 

Zarza ardiente,

Fanal de luz, serpiente, piel y alma

Toda esa mezcla extraña en que mi pierdo:

¡Qué importa! Son mis letras,

Fueron paridas en medio del silencio

Y fraguadas a fuego. Siempre a fuego!

 

Cristina Cammarano