Gustavo Echegaray

Vientos Paracas

Me hieren estos vientos paracas,
que corren obtusos, sin consuelo,
con mantos de polvo y de ceniza,
al filo de un agosto ya sin cielo.

Me duelen sus garfios sibilantes,
clavados en la frágil garganta,
mensajeros del desierto amargo,
pétalos que la piedra levanta.

Enormes, enmarañados, suben
territorios atados a la tarde,
y llegan, sin preludio, por los techos,
sin grito ni campana que los guarde.

¿Qué dicen sus bocanadas frías
cruzando el corredor de mi costado,
si no comprendo el golpe de sus alas
ni el duelo que retumba en los cristales?

Y volverán un día, o tal vez mañana,
con su silicio y su memoria en sombras,
desde el fondo sangrante de las llagas,
a anunciar otra noche seca y honda.