Alejandrina

Mi voz como una ola

Entonces amor,

tú llegabas sigiloso

deslizándote por los últimos rescoldos de la tarde.

Traía algo sublimado a esa hora el cielo,

el viento esparcía la pátina verdín

sobre el ocaso,

lírica,

vibrante.

El pulso del mar en su jadeo clásico

era lejano.

 

Tiene algo de abra este retiro nuestro,

como elevación de faro centinela,

desnuda altura de noche en otoñada,

penumbras que agudizan la memoria.

En el temblor de las llamas

se embellecen en cándidos reflejos

racimos de rosas y jazmines.

¡Ah, granada ardiente¡

me ofrendaste los rubíes más valiosos.

 

Vulnérame lentamente vida mía,

decían tus ojos entornados.

pasto de tus yemas es mi cuerpo

y el supremo vocablo del amor

tembló en mis labios.

Te acaricie la espalda, infinita ternura

extendiéndose en mis dedos…

el cendal del éxtasis dio un suave

sonar de dicha a los cristales.

 

Estrechamos fuertemente las trenzas

en los flecos del alma…

y no me detiene ya la piel

me hice a tu sangre sin temores,

para sembrar en ti mis caracolas

y cuando la evocación golpee tu pecho

vuelva diáfana y viva…

¡mi voz como una ola!

 

Alejandrina.