GuillermoO

VendrĂ¡ la noche

 

Pronto vendrá la noche,

y hace falta olvido.

 

Pequeña aguja de cristal

mi amor

quiso izarse en el agua.

 

A veces un toque de seda,

sólo por eso.

 

Pregunto a todos si el corazón duele,

o sus pulsos lo condenan;

pregunto, y dicen que sí:

tiene su mirada latente y roja

y triste,

sangrando visiones.

 

Entro en una sala vacía:

es el cuerpo de un animal viviente

que intuye su hallada borrasca.

 

Rondan solitarios los mastines. 

 

En ese instante la cosa sucede:

en lo más inesperado,

en el momento más salvaje de la sed

-cuando nos bebemos el rostro-

mi cabeza desmontada queda colgando.

 

Entonces

el poema claudicante

se diluye.

 

G.C.

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