A. Martinez

Una quieta mañana.

Una quieta mañana

me adormece,

un deslumbrador

cielo de vacíos;

sin mis ojos siento

tu sombra fija

en mi insaciable

 hambre de minutos,

con tu voraz

perpetuidad de espacios.

En mí, palpita

la esperanza como fruto,

la acrisolada luz

que ciega y besa,

viva silueta de lo

que en ti busco.

En mí, se quema el

día con tu lumbre,

fuego interior

de tu impensable paso,

que hace latir mi

párpado cerrado.

Tu resplandor de

 mundo y de tormenta

engañan mi

conciencia de futuros,

de sombras de otro

tiempo sin presencia,

sueño bajo tu piel

con mi latido

y florece, extraña,

una fantasiosa primavera.