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ANDAR EL CAMINO

 

  Andar el camino, sin mâs compañìa que los recuerdos ocultos en la niebla de un olvido,  sin la llama que enciende los sentidos y presente el magma que fluye por la ladera izquierda de lo vivido. Andar el camino pensando en lo que pudo haber sido y no fue permitido, por la imponente idea del velero sin puerto, negado a anclarse en los sutiles caños del cariño, para luego seguir hacia altamar sobre un oleaje de ilusiones de amores no prohibidos.

 

  Andar el camino, con el temor de que alguna historia que se creyó hundida en el mar del olvido, emerja como iceberg cerrando el paso hacia un horizonte que se sintiô prometido. Andar por el camino, imaginando que se siembra nuevo jardín sobre un campo casi cubierto de cenizas, que exigía sentir el tibio abono y, su verde, el peso de la tierra en sus raìces.

 

  Cômo no ahorcarse con el lienzo de la incertidumbre en una historia que se escribe con letras de silencio, que van dejando lìneas en blanco y no permiten establecer ni comienzo ni final. O, tal vez, es claro signo que responde a la duda de si la historia realmente existió...