Oscar Perez

En la extensión de mi silencio

En la extensión de mi silencio

 

Creí que ser poeta no era fácil,

vi cuanto atardecer me fue posible,

cuanta paloma enredada en los alambres,

cuanto tizón de fuego se hizo humo,

y entonces decidí: quiero marcharme,

no quiero ser la soledad que me conceden

ni el río que no va a ninguna parte,

pues se duerme en los espinos y en la nieve.

Entonces escarbé en los lagrimones,

en lámparas de azogue y de salitre,

en páginas de muertos imborrables,

en castas seducciones de la luna,

pero luego perdí hasta el horizonte,

la carne me venció, beso por beso,

y anduve en ascensores con la muerte

sin saber si es arriba o es abajo que se nace.

En tanto las palabras se agolpaban,

ya rápidas, suicidas, ya indomables,

ya castas, ya preciosas, ya infinitas,

ya simples como el pan con mermelada,

y yo las derroché como un mal rico,

no de esos que acaparan su tesoro,

no de esos que en la usura del idioma

se guardan para sí lo más preciado,

y así lancé cascadas de papeles,

de verbos, de epitafios, de sonidos,

de cárceles ya rotas por la nieve,

de besos taciturnos como un fraile,

de vidas y de muertes imborrables

en que todo saltó como una lágrima de sangre ,

y así amé y amé, ya demasiado,

ya demasiado poco, ya sin alma,

ya sin correspondencia con tus sueños,

ya muerto y destruido por tu fuga.

Entonces comprendí lo que es más claro,

que todos son poetas en la tierra,

el que abre el surco para echar semillas,

el que abre el corazón para expulsar coágulos malignos

y el que anda sobre todo con sus alas siempre abiertas

en la luz de las ciudades ideales e invisibles.

Entonces comprendí que ser poeta

era más fácil que volver esa hoja al árbol,

que era más simple que arreglar dos huesos rotos

o que comprar merluzas en un puesto del mercado.

Y allí me avergoncé de ser tan burdo,

tan vano, tan banal, tan egoísta,

por eso seguí echando versos locos

al mar y a las hogueras de mi tiempo,

a la lucha del hombre con el monte,

a la del monte por jamás perder su altura,

a ver si así agotaba mis locuras,

a ver si así empezaba a ser yo mismo,

a ver si en mis dos manos algo había

que entregar a mi pueblo y a mi hermano.

Y es que si ser poeta es así, fácil,

ser hombre es otra cosa, y aquí vengo,

que es esa voz, la de ser hombre y ser humano,

la que contigo busco en la extensión de mi silencio.

 

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14 04 15