Estela Kobs

DesolaciĆ³n

Duele tanto la penumbra de esta soledad

como siempre absurda pero inevitable,

duele la rabia de no poder explicar con palabras

el tormento desolador de estas lágrimas,

que son para mi alma sangrante

como una torrente de vinagre.

 

Duele que duela y duele que no estés,

comprender al fin que nunca estuviste en mi vida,

que tal vez jamás formarás parte de mi realidad,

a pesar de este amor sin medida.

 

Siento el peso cruel y despiadado de tu indiferencia,

inocente, ignorante tal vez de mi agobio,

de mi  llanto y de esta borrachera

que no consuela ni alivia mi pena,

pero al menos espanta la cobardía.

 

Es cruel y despiadado el peso de tu inocencia,

juzgada injustamente por el dolor de mi alma

que traicionada y aplastada por la impotencia,

no tiene libertad ni deseos de enfrentar al corazón

con la cordura de la conciencia.

 

Tengo sin embargo la falsa ilusión

de que escucharás  mis lamentos,

infortunados y casi sin eco.

Solo la falsa ilusión es mi aliciente.

Acurrucada estoy, cual un bebé en el vientre

desolada en la oscuridad de este rincón insolente,

donde el piso, también frívolo,

es mi único refugio y mi confidente.

 

Duele tanto la ansiedad desesperada

de querer tenerte

y la conciencia absurda e inevitable

de saber que no es prudente.

 

Y ésta borrachera que no me mata,

me da el coraje de presenciar serena finalmente

la ruina y el fin de mi alma que ya desfallece.